La fotografía nocturna es una modalidad de la fotografía en la que se
incrementa la creatividad y se prueban los conocimientos técnicos sobre la luz
y sus cualidades. Es además una actividad que suele ser divertida,
especialmente si hace en grupo.
Anoche fui, una vez más, con mis buenos amigos Raúl González y
Alfonso Lario, a hacer fotos nocturnas a la Ermita Nova del Chapitel, en el río
Monnegre. Tras llegar al lugar, lo primero que hicimos fue una preliminar y rápida inspección exterior de la construcción e, inmediatamente, cenar (que lo
que va davant, va davant) mientras esperábamos a que oscureciera más. Pudimos escuchar cómo cantaba un autillo y observar el paso de un murciélago de buen tamaño, mucho mayor que los pipistrellus.
Buscando puntos de vista. Foto: Raúl González
La mezcla de alta temperatura y alta humedad ambiental creó un ambiente de
bochorno. Las nubes iban tapando a ratos las estrellas y daban al cielo un
aspecto lechoso que no nos venía bien pero, es lo que hay y no se puede
modificar, así que toca intentar sacar el máximo provecho de la situación. La Luna no aparecería hasta poco antes de la una de la madrugada.
Todo lo contrario nos encontramos en la anterior salida “a nocturnas” que
hicimos en Marzo en La Carrasqueta y en la
que contamos con un frío pelón y un cielo despejado y tan estrellado que, como hizo Dave Bowman en 2001: una odisea del espacio, pudimos decir "Dios mío, está lleno de estrellas."
Otra vez, en el Monnegre pero más
aguas arriba, mientras preparábamos las cámaras, fuimos atacados por una
persistente nube de insectos, quizás atraídos por la luz de los frontales.
Cada salida es diferente.
Ingredientes fundamentales para hacer este plato:
-Cámara réflex (con objetivo, claro)
-Trípode (que merezca llamarse así)
-Cable disparador (de cable o remoto)
-Flash (con pilas)
-Linterna (con pilas, claro), si es frontal es más cómoda.
Y a partir de ahí, un montón de cachivaches más, a gusto del consumidor.
Las primeras pruebas se hacen con ISO muy alto (en mi caso probé con ISO
12800) y ayudan a componer bien la imagen y comenzar a hacer los primeros
cálculos de por dónde irá la exposición adecuada para obtener una imagen
correcta. No nos preocupa el resultado en esta fase: son fotos para borrar.
Algunas de las pruebas
Aprovechamos para asegurar que el horizonte está nivelado, con ayuda de un
nivel de burbuja (algunas rótulas los llevan o con uno de mano) o electrónico si la cámara
dispone de él.
Se ajusta el enfoque de forma manual (si se hace en AF hay que acordarse de
quitarlo una vez esté enfocada la foto, para evitar que en el siguiente disparo
vuelva a empezar a buscar el foco) enfocando el punto de central (o el sujeto
central) con ayuda de una buena luz (linterna potente, puntero láser, etc.) y
usando el modo más largo del objetivo para precisar más el enfoque.
Se apuesta por un diafragma en el que tengamos buena calidad (el que
sepamos el que mejor más rinde el objetivo que usamos) y que nos proporcione una
adecuada profundidad de campo. Usamos varios, aunque nos decantamos por f 7,1 o
los más inmediatos.
La ermita. Color desaturado.
Bajamos la sensibilidad de la cámara de esos 12800 que seleccionamos para las pruebas a ISO
320, un valor que no añadirá apenas ruido (ruido electrónico en la imagen que
parece “nieve” y que se produce con ISO muy altos, no el de los mecanismos de
la cámara) en la imagen y que nos permite acortar el tiempo de las exposiciones.
También hay que corregir la temperatura de color, fijándola yo en este caso
en 2500K (la más baja que me permite mi cámara) a fin de que los blancos de la
imagen sean de verdad “blancos”. Esto hace que la luz de los flashes que
utilizaremos salga de un marcado tono azul, por lo que hay que recurrir a
colocar filtros cálidos (la gama de los rojos) en los flashes, para equilibrar
la luz y que el resultado sea blanco o muy cercano al blanco.
La ermita nova del Chapitel y la casa del capellà. Color desaturado.
Cuando estos parámetros están ajustados hay que comprobar que además
tengamos la cámara debidamente configurada con reducción de ruido adecuada, el
espejo inhabilitado (o no, para exposiciones largas no es necesario), reducción
en ISO alto y algunas cosillas más.
Y, entonces, hacemos ya la primera foto. De acuerdo a los cálculos hechos
previamente, la exposición tendrá una duración determinada. Si no hemos hecho
los cálculos porque no sabemos cómo hacerlos o por pura pereza, podemos escoger
un tiempo de exposición y comprobar si nos hemos pasado o nos hemos quedado
cortos.
Durante el tiempo que dura la exposición (en el caso del que
hablamos fue de entre 5 minutos y medio y 6 minutos y medio) aprovechamos para darle
con el flash (lo que llamamos “pintar”) a los elementos, en este caso, la
ermita y el caserón adjunto, en cantidad y dirección adecuados. Podemos pasar
tranquilamente por delante de las cámaras mientras están exponiendo porque (a
causa de la ínfima luminosidad de la noche) no vamos a aparecer, pero mucho ojo
a las luces que podamos llevar (no confundir con “no tener luces”) como
el piloto del flash, linternas, móviles, etc. porque éstos sí salen en la foto.
Es fácil que ante tantas cosas que puedan salir mal, algo salga mal (Murphy dixit): el flash no se dispara o lo hace cuando le apetece, la cámara no acaba nunca de procesar la imagen, se acaba repentinamente la batería, un avión cruza el cielo dejando una línea luminosa, etc.
Como hay que esperar que transcurra el tiempo de exposición y el del procesado de la imagen en la cámara, siempre hay tiempo para hacer alguna tontería.
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Sin comentarios. Foto: Raúl González
Cada sesión de fotos nocturnas ha contado con sus anécdotas y vivencias que
algún día habrá que recopilar y publicar pero que son tan importantes (yo creo
que más) que el resultado final.
Fotos: Raúl González, Alfonso Lario y mías.