La noche pasado estuvimos
haciendo fotografías nocturnas por los alrededores de Aigües, buscando lugares
interesantes. Una vez más o menos controlada la técnica, hay que centrarse en probar nuevas formas y dejar suelta la imaginación.
He repetido algunas imágenes pasándolas a blanco y negro.
El grupo de hoy.
La contaminación lumínica generada
por las grandes poblaciones cercanas se ve potenciada por la nubosidad
existente y que hace que la luz rebote en las nubes, iluminándolas con un tono anaranjado.
No cabe duda de que el
abandonado y ruinoso Preventorio es uno de los lugares a fotografiar. A pesar
el vandalismo que lo ha destrozado, su aspecto es idóneo para una fotografía
nocturna.
Prueba (fallida) de escritura con luz.
La actividad transcurre entre
bromas y diseñando nuevos planes.
Paseo por el Centro de
Información de El Hondo, en una tarde calurosa pero que una brisa ayuda a
sobrellevar mejor.
El efecto del verano y de la
sequía que llevamos padeciendo ya varios años, hace que el nivel del agua sea
bajo o directamente no exista. No obstante este lugar siempre aparece algún ave
que consigue emocionarnos.
Ya desde el Centro se puede
ver las fochas morunas sin ningún problema, acompañadas de cercetas pardillas y
otras aves.
Gallineta, cerceta pardilla y focha común.
Focha moruna.
Un águila pescadora sobrevuela
la zona, a la vez que lo hace un aguilucho lagunero, ambas rapaces por encima
de golondrinas comunes, aviones comunes y unos escasos vencejos pálidos.
Águila pescadora.
Aguilucho lagunero ♀
Pero son los charrancitos los que ponen una emoción permanente en el cielo con sus picados en busca de peces para alimentarse.
Charrancito.
Un bando de medio centenar de
abejarucos pasan emitiendo su típico sonido. A pesar de la altura, es fácil ver
su asombroso colorido. Otros que han acaparado todos los colores posibles son los 5 martines pescadores que veo en el rato que paso por El Hondo
Más ruidosos y con apenas solo el
negro como coloración, un bando de estorninos cruza también formando un grupo
más o menos compacto.
Estorninos.
El calamón vigila entre la
vegetación, levantando el cuello a mi paso, como si fuera un aristócrata al que
he molestado en sus quehaceres. Indignado con mi presencia, vuela con desdén y el
mínimo esfuerzo y se deja caer unos metros más adelante.
Calamón.
En una acequia una culebra
viperina se sale del agua para esconderse al verme pasar. Es de los pocos
sitios con agua en esta parte.
Tan poca hay que un mínimo
caudal que llega a la charca es donde un andarríos chico trata de buscar su
alimento. Es una imagen surrealista, con esa pequeña limícola atravesando el
suelo reseco, casi calcinado.
Habrá que volver pronto,
cuando la migración sea más intensa. Ojalá llueva para entonces y el humedal
rebose agua.
Rápida visita con Julia al
Algar y a las salinas de Calp. En éstas sigue un buen bando de flamencos, además de gaviotas reidoras, patiamarillas,
cigüeñuelas, garcetas comunes y otras aves.
Parte del grupo de flamencos.
Sobre las aguas vuelan estorninos, avionescomunes, golondrinascomunes y unos pocos vencejospálidos. Estos últimos ya empiezan a
ser muy poco abundantes, tras el periodo reproductor estival. Entre la vegetación
aparecen algunas currucascabecinegras y algunos escandalosos mirlos arrancan el vuelo a nuestro paso.
Sorprende encontrar un pedazo de naturaleza tan rodeado de construcciones.
De los flamencos consigo leer varias anillas y de las cigüeñuelas veo una de las que hemos anillado este año (ver).
Al regreso, cerca del
Mascarat, pasa un halcónperegrino (casi seguramente hembra) con
un gorrión en las garras.
Hoy me ha apetecido hacer
fotos a contraluz, provocando un efecto de blanco y negro que espero os gusten.
El chotacabras es un ave rara.
Rara en su aspecto y costumbres y también rara en lo que se refiere a su
anillamiento.
Para empezar, su coloración
mimética vuelve al chotacabras cuellirrojo casi invisible cuando está en el
suelo. No vuela hasta que casi se le pisa (de ahí el nombre de enganyapastors) y si añadimos que su
principal momento de actividad ocurre desde el ocaso al crepúsculo (no
confundir con las películas homónima de otros “bichos” y “bichas” nocturnos),
hacen que no sea fácil de ver (como esas películas). Su canto, emitido en la
noche, recuerda al del golpeteo de una madera hueca.
Y sobre el anillamiento (que
es a lo que vamos, literalmente) tampoco resulta ser un ave “normal”. Según los
datos de SEO, del año 1950 al 2010 se anillaron en España 4.226 ejemplares, una
cifra realmente baja. En Alicante, para ese periodo, se anillaron 141 ex. de
los cuales, solo uno fue anillado antes del año 2000.
Chotacabras en mano para ser anillado.
En esos mismos años solo hay
constancia de una recuperación de un ave anillada en España y otra más a la
inversa.
Queda claro que es una especie
muy interesante para los anilladores.
Otra cosa es que sea sencilla
de anillar, que va a ser que no.
Practicando
Chotacabras Go!
La técnica, a la que
llamaremos chotacabring, consiste en
recorrer de noche y en coche carreteras y caminos de poco tráfico, después de
haber localizado las zonas donde esta rara
avis tiene sus territorios. Vamos que hay que estar como diría Torrente: apatrullando el monte.
Excepto para las gentes con la
cabeza llena de pájaros, es inexplicable como nuestros montes no están repletos
de enfervorecidos practicantes de chotacabring,
por lo menos, en la misma cantidad de los que andan cazando los bichos del Pokemon Go ese.
Los chotacabras, durante la noche
y con la ayuda de algún gen un tanto suicida, se posan en mitad de la carretera
o del camino para cazar insectos con su enorme boca. Las presas acuden allí
alentadas por el caloret que
desprende el firme después las inclementes horas de sol estival. Y el bocazas
del chotacabras se las zampa sin más miramientos.
Y eso es precisamente lo único
que tiene que hacer el chotacabras: mirar. Mirar a las luces del coche y las
que se le añadan, porque el coche, para estos casos, lleva más luces que una
noria de fiesta. El momento de quedar deslumbrado, es el instante idóneo para
su captura, para lo que se usa un salabre con un mango muy largo (que, para el
pasmo de los transeúntes, se lleva por el exterior del coche -dentro no cabe-) para
evitar que al pisar el anillador el suelo al acercarse, las vibraciones
provocadas por esos pasos pongan más en alerta al ave. Entonces ¡zasca! se le
echa rápidamente el cazamariposas encima y ya lo tenemos.
Salabre XXL.
El momento más delicado: la aproximación.
Eso es la teoría.
Después de unas cuantas horas
y no menos intentos, podemos afirmar que ese protocolo se parece mucho más a la
ciencia ficción.
Vamos, que sería mucho más
fácil atrapar un unicornio. O, incluso, yo diría que a dos.
Buscando
voy, buscando vengo
En nuestro caso, la ruta de
búsqueda ha sido por los alrededores de Aigües, donde tenemos localizados
varios territorios y zonas donde hay ejemplares muy aquerenciados, tanto que ya
hemos bautizado a alguno de ellos como el de “el chotacabras de la curva” (tan
furtivo y casi invisible como “la chica de la curva”) y otros cuyos nombres es
mejor no repetir aquí.
Hemos observado a estas aves
tanto en carreteras asfaltadas como en caminos de tierra. Después de que algún
vehículo les haya hecho levantar el vuelo, han retornado prácticamente al mismo
punto inicial. Ese apego nos facilita mucho su localización.
Resultados:
chotacabras ganan
Hemos estado haciendo varios
intentos este verano (aún puede que hagamos alguno más) y el resultado ha sido
muy pobre, si es que nos referimos a las capturas, porque por lo referente al
aspecto de pasar unos buenos ratos habríamos sacado un 10.
Xama, Toni, Marta y yo, al finalizar una sesión.
Conejos, autillos, mochuelos,
polillas, arañas y una larga lista de animales nos han acompañado en estos raids nocturnos, bajo un cielo
deslumbrante de estrellas que, incluso, nos dejó ver la Vía Láctea en las
noches de luna sarracena.
Los chotacabras estarán por
aquí hasta entrado el otoño y volverán en la próxima primavera.
Y nosotros también.
Mientras tanto, te recomiendo ir viendo este video: