“La desaparición de cada hombre y de cada mujer significa la
desaparición de alguna tradición, de algún conocimiento o ritos sagrados que
nadie más posee. Por lo tanto, la información que pueda ser recopilada para las
generaciones futuras debe recogerse ahora o la oportunidad se perderá para
siempre”. (Edward S. Curtis).
Ya
hablamos de este fotógrafo en el artículo sobre Fotografía, compromiso y conservación del pasado 10 de febrero
(ver) pero desde luego Edward S. Curtis se merecía algo más que aquella breve reseña.
Edward S. Curtis
Nacido
en Whitewater (Winsconsin) en 1868, ha sido uno de los fotógrafos que con su
trabajo han conseguido preservar una cultura y una forma de vida, salvándola de
perder las señas que les llevaron a ser una nación: la de los indios de
Norteamérica. Particularmente, me impresiona el gran objetivo que se impondría
y por el que sería conocido.
De
pequeño acompañaba a su padre, un pastor que iba predicando por los pueblos.
Aquellos largos viajes en caballo, por parajes remotos y salvajes, fueron forjando el espíritu de Curtis. Su formación académica fue muy escasa debido a
estos periplos.
Canon Chelly-Navajo (1904) Cañón
de Chelly
White Shield (1908) Escudo
blanco
En 1895
fotografía a la Princesa Angeline, hija del jefe indio Sealth. Poco a poco y
entre otros temas, va haciendo fotos de los indios. Tres años después se
encuentra en Mount Ranier con un grupo de científicos entre los que están los
antropólogos y naturalistas George Bird Grinell y Clinton Hart Merriam que le
animan a que siga documentando el pueblo indio, siguiendo una pauta de trabajo.
Al año siguiente participa como fotógrafo en una expedición a Alaska pero es en
1900 cuando se produce un giro en su línea de trabajo.
A smoke day at the
Sugar Bowl-Hupa (1923) Un día brumoso en Sugar Bowl (Taza de Azúcar)
An Oasis in the Badlands, South
Dakota (1905) Un oasis en las
Badlands (Malas Tierras), Dakota del Sur
“Esto ha cambiado mi
vida”
En esa
fecha acompaña a George Bird Grinell a la Reserva India Pigean, en el noroeste
de Montana para asistir a la ceremonia de la danza del sol. “Esto ha cambiado mi vida” dijo. Esta
tradición india le asombra de tal manera que acaba de convencerse de que esas
tribus y sus formas de vida deben ser el objetivo de su vida.
Aquí
comienza su gran trabajo, una obra de la que dijo “Es demasiado grande. No viviré para verla completa” y que
constituye el mayor trabajo gráfico sobre los pueblos indios de Norteamérica. Hizo
sus cálculos y pensó que esa tarea le supondría unos cinco años pero realmente
le esperaban 30 largos años tras los indios, haciendo más 40.000 fotografías,
registrando más de 10.000 horas de sonidos y cantos tradicionales y también
filmando una película. Recorrió miles de kilómetros en busca de las tribus,
tomando contacto con aquellos indios, ya rendidos, humillados y forzados a
vivir en reservas.
Cheyenne warriors (1905) Guerreros
Cheyenne
At the water's edge-Piegan (1910) En
la orilla
Hacía
apenas diez años de los terribles sucesos de Wounded Knee: a finales de 1890,
medio millar de soldados del Séptimo de Caballería rodearon el campamento
Lakota (Siouxs) de Minneonjou, en el lugar conocido como Wounded Knee (Rodilla herida), para forzar a sus
ocupantes a abandonar esas tierras y ser deportados a Omaha (Nebraska). Se
inició un intercambio de disparos y los militares que cercaban el campamento,
lo acribillaron. Murieron veinticinco soldados y ciento treinta y cinco indios
lakotas (entre ellos, sesenta y dos mujeres y niños).
En 1973, los
indios organizaron otra revuelta en Wounded Knee y tomaron la población como
protesta por el hostigamiento del gobierno federal y por el uso de las Black
Hills. El sitio de los agentes federales a Wounded Knee duró 73 días y murieron
dos indios y un federal resultó
herido grave. El actor Marlon Brando se negó a recoger su Óscar por El Padrino y mandó en su lugar a una
india apache, como protesta ante los hechos.
Si Wa Wata Wa (1903). Un brillo de rebeldía
y orgullo parece brotar de los ojos en este retrato de un anciano indio Zuni,
como si el espíritu de la nación india aún no se hubiera extinguido.
Noatak child (1929) Niño
noatak
Uno de los nuestros
Volvamos
con Curtis. No debió ser fácil (con lo que acabamos de ver) que un blanco entrara en el mundo de los pieles rojas. Pero Curtis no consiguió
sólo eso, sino que fue considerado como un indio más por las tribus con las que
convivió largo tiempo para documentar su obra. Más 80 tribus, muchas de ellas
ya totalmente desestructuradas, fueron visitadas por Curtis y su cámara. Aprendió
a pensar como uno más de ellos y a entender cómo veían la vida, a pensar de la
misma forma que lo hacían los indios, a sentirse uno de ellos y a que ellos
hicieran lo mismo respecto a él. La resignación y la humillación sufrida por aquellas
gentes no pudo con ese brillo de orgullo que muestran en los retratos que fue
tomando, no sólo de los grandes jefes sino de todos los componentes de la tribu
que sentaba delante de su cámara.
The Prairie Chief (1907) El Jefe de la Pradera
Six tribal
leaders (l to r) Little Plume (Piegan), Buckskin Charley (Ute), Geronimo
(Chiricahua Apache), Quanah Parker (Comanche), Hollow Horn Bear (Brulé Sioux),
and American Horse (Oglala Sioux) on horseback. Seis líderes tribales (izda a
derecha) Pluma Pequeña (Piegan), Charley Ante (Ute), Gerónimo (Chiricaua
Apache), Quanah Parker (Comanche), Oso Cuerno Hueco (Brulé Sioux) y Caballo
Americano (Oglala Sioux) a caballo.
No sólo
fotografió personas; objetos rituales y cotidianos, ceremonias, momentos
especiales, juegos, vestuario, vivienda, alimentación… todo lo relacionado con
los indios le interesaba para su trabajo porque sabía que eran efímeros, que
sus días estaban contados. Con ese nivel de integración que muchos consideran
que fue el máximo al que pudo llegar un hombre blanco, supo transmitir a sus
imágenes el sentimiento de un mundo que se iba extinguiendo ya de forma
definitiva.
Pero
treinta años supusieron no sólo casi toda la vida de Curtis. También fue una
tarea que le llevó prácticamente a la ruina. Sólo la ayuda del magnate J.P.
Morgan y la del del presidente Roosevelt consiguieron in extremis que los 20 volúmenes y otras tantas carpetas con los
fotograbados de Los indios de Norteamérica, la gran obra de Curtis,
pudieran ser acabados y publicados. La colección fue impresa con gran calidad,
alcanzando precios cercanos a los 3.000 dólares de la época. Las imágenes
publicadas fueron la mitad de las que hizo.
Papago Indian (1907) India Papago
Geronimo (1907). Se trata del último jefe indio
rebelde. En 1896, para la captura de este líder apache y de la treintena de
indios que le seguían, el gobierno de los Estado Unidos tuvo que movilizar a
5000 soldados (la tercera parte de los que contaba el ejército en esa época).
El viaje que
hizo para fotografiar a los indios de Alaska, en 1927, sería el que culminara
esa enorme tarea y cerrará Los indios de
Norteamérica.
Curtis
falleció en Los Ángeles en 1952, sólo, prácticamente en el olvido y sin que su
obra hubiera sido justamente valorada. Una breve esquela en el New York Times
citaba la defunción señalándolo simplemente como “fotógrafo”.
Años
después y gracias a la tarea de investigadores, la obra de Curtis fue rescatada
de ese olvido. Actualmente, casi todas sus fotografías y demás documentos
escritos, gráficos y sonoros se encuentran depositados en la Biblioteca del
Congreso de Estado Unidos. Buena parte de sus imágenes pueden consultarse en su
web.
Home of the Kalispel (1910) Hogar de los Kalispel
Edward S. Curtis fue el precursor de
un nuevo tipo de fotografía en la que se mezclan el arte y la ciencia, el
registro gráfico de los últimos momentos de una cultura con la visión
respetuosa del artista, una visión comprometida del fotógrafo.
Todas las imágenes son
de uso sin restricciones y están disponibles en la Biblioteca del Congreso de
los Estados Unidos. Me he permitido poner los pies de foto originales y su
traducción al español.
Más información:
- Curtis en The Library of Congress http://www.loc.gov/pictures/collection/ecur/search/?co=ecur&sp=6&st=grid
- Sobre la nación india es muy recomendable el libro Enterrad mi corazón en Wounded Knee, de Dee Brown en el que se relata el declive de los indios norteamericanos entre 1860 y esos trágicos sucesos de 1890. Disponible para ebook en http://epubgratis.me/node/10633
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