Esta foto es especial. Y lo es por motivos
muy profundos que todavía se revuelven en mi interior al verla. Una persona
arrastrada por una sociedad cuyo gobierno ha destinado toneladas de euros para
salvar a la banca de una crisis que la propia banca creó, vaciando para ello
las arcas que iban destinadas a sanidad, educación, cultura, ayuda social y
cualquier otra pata de ese ya espejismo que fue el “estado del bienestar” y al
que parece que se nos niega el derecho a disfrutar. Una persona “invisible”,
con todo su mundo y posesiones encima, metidas en un carrito de la compra y un par de bolsas, sentada bajo el cartel de una entidad
bancaria que publicita “planes de futuro”, una cruel ironía, planes y futuro
que el mismo sistema bancario se ha encargado de destruir, desahuciando familias sin recordar que en el mundo hay niños que diría Serrat en Algo personal, apretando, ahogando y asfixiando a pequeños empresarios, zancadilleando e inmovilizando a emprendedores, arrojando a
las fauces de la pobreza a muchos ciudadanos, arrasando sin escrúpulo alguno lo que tanto esfuerzo y tiempo costó de conseguir.
La hice con el móvil, “robándola” y sigo
pensando hoy si hice lo correcto en ese momento. Había conseguido la imagen
(publicada pixelada para salvaguardar la intimidad) pero estuve a punto de
borrarla. Era una imagen de denuncia, de poner en un mismo plano a víctima y
verdugo, con un tinte de cruel ironía. Pensé entonces que debía algo a aquella
señora, aunque no hubiera hecho la foto o no la publicara. Fui a buscarla y
pasé por un establecimiento de comidas para llevar. Le podía, al menos, resolver la comida
de ese día. Gastar aquellos euros estaría más que justificado. Era lo mínimo, la
más pequeña ayuda que podía hacer. Pero la señora ya no estaba allí. Paseé un
poco por la zona en su busca, pero solo vi personas que iban de una tienda a
otra, atraídas por rótulos, lucecitas y el símbolo de la moneda de esta Unión
Europea que lo es solo en lo económico (y para unas más naciones que para
otras, qué os puedo decir que no sepáis o sufráis) y olvida a la sociedad, a los ciudadanos, a las personas. Lo que se podía ver por todos los lados eran muchos logotipos de bancos y cajas que te decían machaconamente y en grandes letras: “gasta, consume, compra, paga y, para todo
lo demás, a mi no vengas a pedirme ayuda”.
Me sentí frustrado. La sociedad le debe
una vida digna a ella y a miles de personas más. Nos la debe a todos. Yo sé que
le debo una comida. Si cuando la vuelva a encontrar, sigue en la misma situación,
satisfaré mi deuda.
Mientras, sigo sintiendo vértigo al ver la
foto. Y saldada la deuda, estoy seguro que seguiré igual.
No sé qué te ocurrirá a ti.
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