Un ratito en el Cabo de las Huertas de observaciones en la mañana del día 26, puedo contar más pardelas cenicientas que en la ocasión anterior (ver), sumando un total de 167 ex., todos ellos hacia el Sur y pasando en pequeños grupos.
Iban lejanas y, como siempre, sorprenden con su vuelo y
dominio del viento, subiendo y bajando hacia la superficie de la mar, como si
se vieran afectadas por algún tipo de intermitente y potente campo magnético
marino, mientras pasan veloces con sus afiladas alas, con cuyas puntas juegan a
tocar las crestas de las olas. De ahí el origen de su nombre, que significa “cortar
el agua”. No puede estar más acertado.
También se dejan ver, sobre el gran azul, 9 pardelas baleares, 15 charranes patinegros, 1 cormorán grande, 2 cormoranes moñudos, 7 gaviotas patiamarillas, 9 gaviotas de Audouin (incluida BB1A) y un solitario y juvenil alcatraz atlántico que pasa a contraluz sobre un cielo con nubes.
En la roca de las gaviotas hay una pareja de chorlitejos patinegros, que parecen que
prefieren convertirse en robinsones antes que compartir la orilla con los
paseantes y sus perros.
Sobre unos matorrales, un par de mirlos comunes, uno de ellos tiene aspecto de llevar una mala vida
y que, pareciendo avergonzarse de su pinta, trata de esconderse continuamente.
Los estorninos pintos
silban confusas y entremezcladas melodías desde los tejados.
El cielo va deshaciéndose de las nubes de las tormentas del
día anterior y volviéndose más azul aunque parece que pronto entraremos en
otras jornadas lluviosas. Ojalá, que hace mucha falta.
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