Hoy, 22 de Abril, se celebra el Día Mundial de la Tierra y uno de los manifiestos más bellos que se han escrito sobre la necesidad de conservar el medio es el que lleva el nombre de "La carta del jefe indio Seattle". Os dejo con ella.
En 1854, Noah Sealth
(Seattle), el jefe de los Dawomish, remite una carta al presidente de los
Estados Unidos contestando a su intención de comprar las tierras ancestrales de
la tribu y confinarlos en una reserva. Esa carta es un clásico en la
conservación de la naturaleza y de los pueblos indígenas.
"¿Cómo se puede
comprar o vender el firmamento, ni aun el calor de la tierra? Dicha idea nos es
desconocida.
Si no somos dueños de
la frescura del aire ni del fulgor de las aguas, ¿cómo podrán ustedes
comprarlos?
Cada parcela de esta
tierra es sagrada para mi pueblo. Cada brillante hoja de pino, cada grano de
arena en las playas, cada gota de rocío en los bosques, cada altozano y hasta
el sonido de cada insecto, es sagrada a la memoria y el pasado de mi pueblo. La
savia que circula por las venas de los árboles lleva consigo las memorias de
los pieles rojas.
Somos parte de la tierra y asimismo ella es
parte de nosotros.
Los muertos del
hombre blanco olvidan su país de origen cuando emprenden sus paseos entre las
estrellas, en cambio nuestros muertos nunca pueden olvidar esta bondadosa
tierra puesto que es la madre de los pieles rojas. Somos parte de la tierra y
asimismo ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras
hermanas; el venado, el caballo, el gran águila; estos son nuestros hermanos.
Las escarpadas peñas, los húmedos prados, el calor del cuerpo del caballo y el
hombre, todos pertenecemos a la misma familia.
Por todo ello, cuando
el Gran Jefe de Washington nos envía el mensaje de que quiere comprar nuestras
tierras, nos está pidiendo demasiado.
También el Gran Jefe
nos dice que nos reservará un lugar en el que podemos vivir confortablemente
entre vosotros. Él se convertirá en nuestro padre, y nosotros en sus hijos. Por
ello consideraremos su oferta de comprar nuestras tierras. Ello no es fácil, ya
que esta tierra es sagrada para nosotros
El agua cristalina
que corre por los ríos y arroyuelos no es solamente agua, sino que también
representa la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos tierras, deben
recordar que es sagrada, y a la vez deben enseñar a sus hijos que es sagrada y
que cada reflejo fantasmagórico en las claras aguas de los lagos cuenta los
sucesos y memorias de las vidas de nuestras gentes. El murmullo del agua es la
voz del padre de mi padre.
Los ríos son nuestros
hermanos y sacian nuestra sed; son portadores de nuestras canoas y alimentan a
nuestros hijos. Si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben recordar y
enseñarles a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos y también los suyos,
y por lo tanto, deben tratarlos con la misma dulzura con que se trata a un
hermano.
Su apetito devorará la tierra, dejando un
desierto.
Sabemos que el hombre
blanco no comprende nuestro modo de vida. Él no sabe distinguir entre un pedazo
de tierra y otro, ya que es un extraño que llega de noche y toma de la tierra
lo que necesita. La tierra no es su hermana, sino su enemiga y una vez
conquistada sigue su camino, dejando atrás la tumba de sus padres sin
importarle. Secuestra la tierra de sus hijos. Tampoco le importa. Tanto la
tumba de sus padres, como el patrimonio de sus hijos son olvidados. Trata a su
madre, la Tierra, y a su hermano, el firmamento, como objetos que se compran,
se explotan y se venden como ovejas o cuentas de colores. Su apetito devorará
la tierra dejando atrás sólo un desierto.
No sé, pero nuestro
modo de vida es diferente al de ustedes. La sola vista de sus ciudades daña la
vista del piel roja. Pero quizás sea porque el piel roja es un salvaje y no
comprende nada.
No existe un lugar
tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ni hay sitio donde escuchar cómo
se abren las hojas de los árboles en primavera o cómo aletean los insectos.
Pero quizás también esto debe ser porque soy un salvaje que no comprende nada.
El ruido parece insultar nuestros oídos. Y, después de todo, ¿para qué sirve la
vida, si el hombre no puede escuchar el grito solitario del chotacabras ni las
discusiones nocturnas de las ranas al borde de un estanque?
Soy un piel roja y
nada entiendo. Nosotros preferimos el suave susurro del viento sobre la
superficie de un estanque, así como el olor de ese mismo viento purificado por
la lluvia del mediodía o perfumado con aromas de pinos. El aire tiene un valor
inestimable para el piel roja, ya que todos los seres comparten un mismo
aliento. La bestia, el árbol, el hombre, todos respiramos el mismo aire. El
hombre blanco no parece consciente del aire que respira; como un moribundo que
agoniza durante muchos días es insensible al hedor. Pero si les vendemos
nuestras tierras deben recordar que el aire no es inestimable, que el aire
comparte su espíritu con la vida que sostiene. El viento que dio a nuestros
abuelos el primer soplo de vida, también recibe sus últimos suspiros. Y si les
vendemos nuestras tierras, ustedes deben conservarlas como cosa aparte y
sagrada, como un lugar donde hasta el hombre blanco pueda saborear el viento
perfumado por las flores de las praderas.
Por ello
consideraremos su oferta de comprar nuestras tierras. Si decidimos aceptarla,
yo pondré una condición: el hombre blanco debe tratar a los animales de esta
tierra como a sus hermanos.
Soy un salvaje y no
comprendo otro modo de vida. He visto a miles de búfalos pudriéndose en las
praderas, muertos a tiros por el hombre blanco desde un tren en marcha. Soy un
salvaje y no comprendo como una máquina humeante puede importar más que el
búfalo al que nosotros matamos sólo para sobrevivir.
¿Qué sería del hombre
sin los animales? Si todos fueran exterminados, el hombre también moriría de
una gran soledad espiritual; porque lo que le sucede a los animales también le
sucederá al hombre. Todo va enlazado.
Todo lo que le ocurra a la tierra, le
ocurrirá a los hijos de la tierra.
Deben enseñarles a
sus hijos que el suelo que pisan son las cenizas de nuestros abuelos. Inculquen
a sus hijos que la tierra esta enriquecida con las vidas de nuestros semejantes
a fin de que sepan respetarla. Enseñen a sus hijos que nosotros hemos enseñado
a los nuestros que la tierra es nuestra madre. Todo lo que le ocurra a la
tierra le ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen en el
suelo, se escupen a si mismos.
Esto sabemos: la
tierra no pertenece al hombre; el hombre pertenece a la tierra. Esto sabemos.
Todo va enlazado, como la sangre que une a una familia. Todo va enlazado.
Todo lo que le ocurra
a la tierra, le ocurrirá a los hijos de la tierra. El hombre no tejió la trama
de la vida; él es sólo un hilo. Lo que hace con la trama se lo hace a si mismo.
Ni siquiera el hombre blanco, cuyo Dios pasea y habla con él de amigo a amigo,
queda exento del destino común.
Después de todo,
quizás seamos hermanos. Ya veremos. Sabemos una cosa que quizás el hombre
blanco descubra un día: nuestro Dios es el mismo Dios. Ustedes pueden pensar
ahora que Él les pertenece lo mismo que desean que nuestras tierras les
pertenezcan; pero no es así. Él es el Dios de los hombres y su compasión se
comparte por igual entre el piel roja y el hombre blanco. Esta tierra tiene un
valor inestimable para Él y si se daña se provocaría la ira del Creador.
También los blancos se extinguirán, quizás antes que las demás tribus.
Contaminan sus lechos y una noche perecerán ahogados en sus propios residuos.
Pero ustedes
caminaran hacia su destrucción, rodeados de gloria, inspirados por la fuerza
del Dios que los trajo a esta tierra y que por algún designio especial les dio
dominio sobre ella y sobre el piel roja. Ese destino es un misterio para
nosotros, pues no lo entendemos cuando se exterminan los búfalos, se doman los
caballos salvajes, se saturan los rincones secretos de los bosques con el
aliento de tantos hombres y se atiborra el paisaje de las exuberantes colinas
con cables parlantes
¿Dónde está el espeso
bosque? Desapareció.
¿Dónde está el águila?
Desapareció.
Así termina la vida y
comienza la supervivencia...”
Todas las fotos extraídas de mi página de Flickr. Localización
de las fotos: 1) Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido (HU). 2) Mutxamel
(A). 3) Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido (HU). 4) Benidorm (A). 5)
Somiedo (AS). 6) Seahouses, Reino Unido (foto de Alfonso Lario). 7) Cabo de las
Huertas (A). 8) Alicante.
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