Relatos
Cuando mi abuelo me dijo aquella primavera que no llegaban las golondrinas, yo era muy pequeño para
entenderlo y hacer algo. Y los que eran mayores y pudieron hacer algo, se
rieron de él y de cuantos como mi abuelo insistieron en ese asunto.
No llegaban las aves migratorias.
La televisión y los periódicos se fueron inundando poco a poco de reportajes. Autoproclamados
grandes sabios que trataban de explicar lo que era inexplicable, discutieron
semanas entre ellos para demostrar quién era el poseedor de la verdadera razón.
Eso no sirvió para nada, solo para aumentar su ego y perder el tiempo, un
tiempo que no sabíamos entonces cuánto era de valioso. Pero, para ellos, lo más importante era engrosar su currículum aunque tuvieran que pisotear a otros colegas, amigos o desconocidos. Bien acomodados en sus despachos, la realidad tenía que adaptarse a las reglas académicas, a las normas de la naturaleza que el hombre creía entender y ellos no iban a ser quiénes dijeran lo contrario. Ni nada que les pudiera contradecir. Solo lo justo para seguir ahí, apoltronados y fuera del bien y del mal.
Las aves no se habían
desplazado esa temporada. Seguían en el mismo lugar en que estaban durante el
invierno. Remotas regiones aparecían rebosantes de aves mientras que en otras, no quedaban más que las habituales residentes. Pero para que esa situación ocupara un miserable tiempo en los medios de
comunicación, tuvieron que vencer otros temas más importantes, que parecían más
importantes. El fútbol o el mundo rosa eran más rentables. Y, además, seguían amodorrando a la sociedad en vez de alarmarla y, por tanto, evitaba que se pidieran explicaciones sinceras y actuaciones eficaces.
Que las aves no se
movieran después de millones de años de sí hacerlo, era poco más que una
anécdota sobre la que pasar de puntillas. Cosas de cuatro alarmistas locos de
los pájaros. A casi nadie le importaba que siguieran en África cuando debían
estar en Europa. ¡Qué cosas les preocupaban a los ecologistas! Desde luego, a
los políticos no les preocupaba y a los ciudadanos les importaba más saber los
nuevos fichajes de su equipo, el nuevo modelo de su marca de coche favorita o la nueva
moda para el verano.
Mi abuelo estaba sombrío y
cabizbajo. Me iba contando las especies que ya debían adornar nuestros cielos.
Tenían curiosos nombres como abejarucos, cigüeñuelas, oropéndolas, tórtolas…
pero solo pude verlos en sus viejas fotos y gastados apuntes. Me decía que
aquello era muy grave, mucho más de lo que parecía. Yo no alcanzaba entonces a
saber cuánto. Lo que sí sabía era que mi abuelo entendía de pájaros y si él lo
decía es que teníamos un problema. Luego, cuando me sentaba ver la
televisión, aquello era poco más que una noticia curiosa.
Pero de una curiosidad, pasamos a la catástrofe. En unas pocas semanas, sin que se pudiera reaccionar.
Los que se reían de personas como mi abuelo se encontraron con el muro de la
realidad. Nada es porque sí, todo tiene una explicación y está relacionado,
como un hilo de una red. El ciclo de la naturaleza se interrumpió. Realmente,
lo destruimos nosotros, los humanos. Sin las aves migradoras, proliferaron los insectos de todo tipo y
la población de roedores se disparó. Las cosechas se arruinaron. Las
enfermedades se extendieron, incluso aquellas que creíamos lejanas
geográficamente, alcanzando a personas y ganado., con incontables víctimas. El sistema se desbordó. Comenzó
la hambruna generalizada. Y los disturbios. Y el caos.
No recuerdo cuánto tiempo ha
pasado desde que mi abuelo me dijo que no llegaban las golondrinas. La vida sucumbió
tal y como la habíamos conocido y llegó la dura supervivencia. Dolor, dolor y más
dolor.
Pero recuerdo perfectamente, con una intensa claridad, que hace una semana vi una pareja de ellas, cantando y persiguiéndose, con el primigenio instinto de perpetuarse. Sobre los calcinados tejados, se fueron perdiendo fuera de la ciudad, volando una al lado de la otra, como si tuvieran miedo de separarse y quedarse solas sobre las ruinas de nuestro mundo.
Si vuelven las golondrinas, puede que aún tengamos alguna esperanza.
►Nota: Casualmente, hoy (24/02/2014) mi amiga Jana Marco anuncia que ha visto la primera golondrina (en este caso, una Golondrina dáurica) de la temporada sobrevolando el Clot de Galvany.
Más info:
Más relatos:
Yo vi dos golondrinas el sábado por la Serreta, cerca de Novelda
ResponderEliminarYa están por aquí. Estupendo.
ResponderEliminarPrecioso relato, Elías.
ResponderEliminarUn abrazo!!
Muchas gracias, amigo Honorio,por tus comentarios. Espero que la familia estéis muy bien. Un abrazo y muchos bichos.
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