Todo es espacio;
vibra la vara de la
amapola
y una desnuda
vuela en el viento lomo
de ola.
Nada soy yo,
cuerpo que flota, luz,
oleaje;
todo es del viento
y el viento es siempre
aire de viaje.
Viento. Octavio Paz.
Si hay una flor que durante la
primavera llama la atención es la amapola.
Su intenso rojo destaca como
el destello de un conspicuo faro que entre las olas de los mares de cereales insistentemente
reclama a los navegantes.
Dispersa o arracimada, pero siempre libre, crece en medio de otras flores, como si compitiera por el primer puesto en un concurso de belleza botánica que sabe que ganará.
Brota en los lindes de los
campos como si quisiera ser frontera, recordándonos que no se pueden poner
puertas al campo, que los límites de la naturaleza los pone ella misma por
mucho que nos empeñemos.
Es un blando aleteo rojo atado
en verde a la tierra cuando el viento juega con sus pétalos y cautivador universo escarlata si la flor se abre a nuestra vista.
Se alza en esas cunetas en las
que quién sabe si aún albergan el último sueño de esos desaparecidos que fueron
forzados al silencio, pero que nunca han dejado de ser amados y que jamás
fueron olvidados.
Y cuando el ciclo de la vida
le lleva del esplendor rojo y brillante a la lóbrega sombra del fin, sigue
erguida con orgullo, luciendo sus últimos colores con altanería, con la
altanería de la belleza de lo simple.
Fotos hechas cerca de Ibi en
la tarde del 18 de mayo, después de un ligero chaparrón.
Pero que bueno eres Elías y grande y sensible y fotógrafo y .... Si no existieras el mundo no sería el mismo.
ResponderEliminarSin gente como tú ni sería mundo.
ResponderEliminar