Tres titulares de prensa:
Levante (30/05/2025)
Un autillo desespera a los vecinos de Blasco Ibáñez con su "alarma" nocturna
La policía asegura no poder hacer nada: "Estamos desesperados"
Faro de Vigo (05/06//2025) [otro autillo]
Identificado el autor del molesto pitido nocturno que altera el sueño de los vecinos de Aragón y Travesía de Vigo
El sonido se reproduce cada 2 o 3 segundos por intervalos a lo largo de toda la noche desde finales de abril
HuffPost (06/06/2025)
Lleva a los pequeños pájaros del patio de su vecino a los tribunales por poner en peligro su salud con el canto
La justicia finlandesa desestima la denuncia de un vecino de Helsinki que pedía retirar cuatro nidos de gorriones por los supuestos daños a su salud.
No nos molesta el ruido del tráfico ni el trajín de los transeúntes gritones o la música que aúlla. Nos da igual el humo, las partículas en suspensión en el aire o el exceso de productos químicos.
Nos
molesta el canto de las aves. Y para qué hablar de los nidos de golondrinas y
aviones.
Y menos mal en las ciudades
casi no quedan ya animales salvajes, ni siquiera grillos o cigarras.
Nos despegamos de la
naturaleza cada vez más. Y me temo que las generaciones que vienen están más
alejadas.
Hace tiempo alguien me dijo
que había encontrado un camaleón. Le dije que lo dejara donde lo había visto
(en ese sitio hay una pequeña colonia desde hace años) y me contestó que iba usarlo más tarde para hacer
fotos. Le dije que eso era molestar innecesariamente al animal y que,
además, era algo ilegal por ser una especie protegida. Me contestó de mala
leche: “pues si está protegido que lo metan en un parque natural”.
Yo pensaba que por su edad (más
joven que yo) algo le sonaría de no molestar a la fauna, de la protección de la
naturaleza y “esas cosas”.
Me hubiera gustado contestarle de otra manera pero respiré y le expliqué (no sé si lo conseguí) el papel de los seres vivos en cualquier sitio, protegido o no, que los animales lo que más requieren es tranquilidad y, aderezándolo varias veces con la posibilidad de que lo denunciaran si pasaba la policía o los agente medioambientales, me dijo que iba a dejar tranquilo "al bicho".
Hace ya tiempo, mí querido
amigo Fidel José Fernández y Fernández-Arroyo, fallecido en 2022, me contaba
con tristeza que no veía recambio generacional entre los naturalistas, al menos
con el número y la fuerza suficiente para seguir defendiendo la naturaleza. El
que fue el alma mater del Refugio de
Rapaces de Montejo veía un futuro muy incierto.
Yo
le decía que seguro que se iría incorporando savia nueva a los montejanos y a la conservación de la
naturaleza en general. Fidel José no acababa de estar convencido. Le daba la
impresión que los actuales jóvenes no eran tan camperos como antes. “Se saben
cien nombres de futbolistas y ni cuatro de pájaros” me decía, “o, como mucho, hablan de reciclar y de energías
renovables”.
“Es la extinción de la
experiencia”, indicaba el lepidopterólogo
Robert Pyle, refiriéndose a que cada vez menos niños tienen un contacto
verdadero con la naturaleza. Y eso ocurre también cuando esos niños tienen a sus
hijos. Y así sucesivamente. Señalaba que eso implicará, gradualmente, la
desconexión real con el mundo natural.
Ojalá que no sea así, pero no
pinta muy bien.
Una sociedad a la que le
molesta el canto de los pájaros está negando que somos un ser más dentro de un
complejo sistema biológico en el que se entrelazan infinitas relaciones y que,
entre todas, hacen que se mantenga en equilibrio.
Una vez más, Fidel José tenía razón.