jueves, 29 de septiembre de 2016

CÓMO ME GUSTA EL OTOÑO





Ay cuánto tiempo
tierra
sin otoño
¡cómo
pudo vivirse!

(Pablo Neruda).



Parece que el otoño comienza a asomar en estos días. La luz se vuelve baja y dorada, llenando de marcado volumen y suaves matices el paisaje.


Llegan las primeras tormentas.

El cielo suprime la tiranía del azul acomodada en él desde hace (tantos) meses y es ocupado por un catálogo de nubes y aires de insospechados colores y sombras. Rojos, dorados y púrpura componen la paleta sobre la que emplumadas uves cruzarán el cielo camino del sur a la vez que pronto escucharemos el canto norteño de otras aves.


Es el momento fuerte de la migración de las aves.



Grandes nubes en el horizonte.


Los árboles renuevan su vestuario verde (verde, que siempre te quiero verde) y se pasan a la cálida moda del otoño, a la que seguirá la más minimalista que usarán en el invierno, sabiendo que renovarán su armario en el siguiente equinoccio.

Las playas se vacían.



Cómo me gusta el otoño.









Fotos hechas el  23, 24, 25 y 28 de septiembre de 2016.

lunes, 26 de septiembre de 2016

BERREA



Mientras levanta la tormenta, los truenos del cielo dan paso a la berrea de los ciervos en el valle.


Semiocultos en la vegetación, una cierva y su cervatillo se alejan poco de nosotros, sin dejar de mirarnos.



El paisaje, envuelto en un difuminadora niebla, huele a petricor, espliego y tomillo.



Resuena el bramido en la noche, mientras el chotacabras vuela en una visión fugaz.

domingo, 18 de septiembre de 2016

MIGRACIÓN Y ANILLAMIENTO EN EL ALGAR


De nuevo en el Algar, animados por el ligero cambio meteorológico que a mediados de semana movilizó buenos bandos de golondrinas y otras aves, especialmente patente el martes (día 13).

De hecho ese día (el 13), mientras que Toni Zaragozí y su equipo estaban anillando en este mismo lugar con un bando de 2000-3000 golondrinas que los sobrevolaban continuamente, yo estaba en el parque inundable de La Marjal (ya haré una buena entrada sobre este lugar, se lo merece) y me encontré con un fuerte paso de estas aves y un bando de unas 400 alimentándose frenéticamente en el estanque, mientras el resto seguía pasando hasta sumar unas 3000 en poco más de dos horas.

Bando de golondrinas en el parque de La Marjal.


Os recomiendo ver este video:



Volviendo a nuestra sesión en el Algar del sábado 17, plantamos cuatro redes (una de ella, dos veces, ya os lo explico más abajo, con fotos) con este excelente resultado, muy variado en cuanto a especies:

Carricero común            5
Papamoscas gris           1
Mosquitero musical        4
Carbonero común          1
Jilguero                          5
Verdecillo                       1
Gorrión común               4
Mito                                1
Ruiseñor bastardo         2
Pico de coral                  1
Curruca cabecinegra     1

Carricero común.

Papamoscas gris.

Carbonero común.

Curruca cabecinegra.

Jilguero.

Detalle del ala del jilguero.

Mosquitero musical.

Gorrión común.

Pico de coral.

Mito.

Papamoscas y mosqui musical.

Aunque inicialmente solo estábamos Toni, Marta y yo, el grupo se amplió con Andrés, Pau, Gaspar y su hija Aitana. También vino Guille al cual hacía tiempo que no veíamos tras su estancia en Georgia detrás de las águilas imperiales (y otros bichos) y que pronto se va a Reino Unido. Una verdadera alegría volver a verlo.

En plena tarea.

Guille tomando datos.


Las libélulas también andan migrando.

Decidimos cambiar una red (ya instalada) a otro punto del río que parecía más interesante. 
Eso me dio varias ideas:





De las golondrinas ni rastro hasta (siguiendo las leyes de Murphy) el momento en que quitamos las redes, en el que aparecieron por la zona.


La mañana que comienza fresquita, va cogiendo temperatura y a mediodía damos por finalizada la sesión para ir a tomar algo fresquito a Altea, que bien nos lo merecíamos.




domingo, 11 de septiembre de 2016

POR LOS HUMEDALES DEL SUR



Hoy, sábado, el plan es pajarear por las Salinas de Santa Pola y el sur de El Hondo así que tempranito ya nos encontramos Toni y yo frente a la Torre del Tamarit. 


Amanece sobre Santa Pola.

El Sol comienza a asomar entre unas nubes bajas y en las salinas hay un buen número de flamencos, acompañados de somormujos lavancos, zampullines chicos. Sobre la torre las gaviotas patiamarillas vigilan como señores feudales a los vuelvepiedras que se mueven en su base. Una garceta grande pesca dando zancadas, como si fuera una versión XXL de las garcillas bueyeras. Cigüeñuelas y avocetas buscan alimento al otro lado. Un grupito de gaviotas picofinas permanece concentrado como esperando a que amanezca de verdad.


Vuelvepiedras.

En El Pinet un par de docenas de avocetas nos recibe con elegante indiferencia sin molestarse en dejar de remover el fondo de la salina para buscar alimento, al igual que las pocas agujas colinegras que se mantienen algo alejadas. Al fondo se arreglan el plumaje para empezar el día varios alcaravanes y canasteras. Algún vencejo pálido nos sobrevuela con su vista ya puesta en volar al sur, llamado por el reloj de la migración. Cerca del hostal varios gorriones comunes van dando saltitos en busca del desayuno. Nosotros también tomamos un desayuno en el restaurante.

El cielo parece arder.


Charrán con el desayuno para su prole.


Avocetas (foto mediante digiscoping).

En la orilla, un par de gaviotas de Audouin parecen contemplar el inexistente oleaje o puede que a los charranes comunes zambullirse en busca de pececillos con los que alimentar a sus pollos que desde la isleta de la salina no paran de pedir comida, a pesar de ser ya muy grandes. Unos pocos flamencos remueven con sus patas en fondo para que los pequeños invertebrados de los que se alimentan abandonen el limo y pasen a quedar atrapados en el filtro que tienen como picos. Una de estas sorprendentes aves lleva anilla de plástico.

Flamenco con anilla.
A este mismo ejemplar lo vi el 13 de agosto en las Salinas de Calp.

De aquí nos vamos al sur de El Hondo (Vistabella y alrededores). Las golondrinas comunes son omnipresentes y la gran mayoría son colicortas, señal de su juventud. También hay muchos abejarucos, posados en los cables o volando, incluso directamente en el suelo, en busca de insectos de los que podemos ver numerosas libélulas, caballitos del diablo y mariposas tigre. Menos abundantes pero también muy llamativas resultan las nomeolvides (Utethelia pulchella) destacando con su colorido sobre la vegetación seca. 

Danaus chrysippus.


Utethelia pulchella.


Los estorninos negros hacen acto de presencia, tanto cerca sobre los cables como en la lejanía, en un variable bando en vuelo que parece un único ser vivo. Las abubillas recorren los campos en busca de insectos, con ese aspecto tan peculiar, acompañadas en ocasiones de lavanderas blancas y boyeras

Abejaruco.

Simetría a cuatro.


Llegando al overbooking.




Bolsa de estorninos.

En otro campo, un grupito de perdices rojas también busca alimento. De vez en cuando, levantan la vista por el paso de algún aguilucho lagunero que recorre el lugar después de llegar desde el interior de El Hondo, donde vuela un águila calzada. También varios cernícalos vulgares cazan por la zona.

Perdiz roja.

Conejo de monte.

Gaviotas.

Aguilucho lagunero.

Entre la vegetación canta el buitrón y el carricero común mientras que de uno de los azarbes vuelan el andarríos grande y el martín pescador, dejándose ver fugazmente a nuestro paso. Los moritos van y vienen y sospechamos que han encontrado un campo regado pero no sabemos por dónde estará. Varias tórtolas europeas, supervivientes de la media veda que acabará al día siguiente, también aparecen y van al suelo en busca de comida. También, saliendo del cañar, unos pocos conejos se atreven a ponerse al descubierto. Las cogujadas comunes cantan y se mueven por las zonas más secas mientras que las más frescas son visitadas por la urraca. Dos garzas reales vuelan hacia El Hondo, con ese aleteo pesado y el cuello plegado que les caracteriza.

Moritos.

Al final, cuando ya íbamos a por un más que merecido (y necesario) refrigerio, encontramos el campo regado al que acudían los moritos. Estamos junto a la carretera de Dolores y el campo de alfalfa parece un mosaico blanquinegro. Moritos y garcillas bueyeras lo tienen totalmente copado y están pegándose un buen banquete de insectos e invertebrados. No paran de picotear y deambular y no prestan atención al paso de nuestro coche ni de ningún otro. Por lo menos, uno de los moritos está anillado, pero no podemos leer la anilla.

Moritos y garcillas bueyeras en campo encharcado.


Ni se inmutan.



Los coches pasan y las aves siguen a lo suyo.

Todo un espectáculo en blanco y negro.








También las lavanderas boyeras (no menos de 50) están dándose un atracón. Justo al otro del camino hay un grupito de 5 andarríos bastardos que apenas sobresalen entre la alfalfa. Después veríamos un pito real parado en mitad del camino dispuesto a tomar su parte del festín.

Andarríos bastardos.

Lavandera boyera.

Riego "a manta".


Con eso, y con el fallido refrigerio que al final nos podemos tomar (y que los pájaros no nos dejaron), prácticamente ya terminamos la jornada.