sábado, 28 de enero de 2012

¿Por qué hago fotos?

Esta es una pregunta que se planteó hace unos meses en la web de Unidos por la fotografía y, realmente, la respuesta es compleja. Muchos dejaron su opinión en el foro y en todas sus respuestas se daban matices que podían formar parte de mi propia respuesta. Probablemente, también les sucediera a todos.

El fauno de La Aguadora

Una especie de gran y simple resumen a mi respuesta sería la misma que dio un gran alpinista, que al ser preguntado porqué subía a las montañas dijo que “porque están ahí”.

Cuando hago fotografías interpreto el mundo por un visor, a veces reproduciéndolo íntegramente, otras creándolo directamente o modelándolo a mi antojo, un universo que siempre es efímero y subjetivo, diferente cada vez. Me permite mostrar una nueva dimensión del mundo, distinta e irrepetible, el mismo universo de mi alrededor que puedo ver a simple vista, pero resaltando su belleza o su aspecto más desagradable, intentando crear un vínculo que supera lo más racional para llegar al alma. O, simplemente, puedo deformarlo hacia un lado u otro de la balanza.

Disputa (III)

Ese momento, ese sentimiento, queda reflejado e inmortalizado, antes en haluros de plata y ahora en bits digitales, de forma que puedo privarlo de su instantaneidad y añadirle longevidad, casi perpetuidad. Sea cual sea el soporte, la imagen ha quedado retenida y puede comprobarse y mostrarse a otras personas, formándose un enlace invisible de sensaciones con quien la contempla. Ese momento mágico en que el fotógrafo “descubre” la foto no siempre se produce ni tampoco siempre esa magia llega a establecerse entre la imagen y el espectador.

Dolmen de Santa Elena

Cuando cojo la cámara no sé nunca si habrá algo que captará mi atención o si volveré a guardarla con la sensación de que esa visión especial no ha llegado a producirse. Otras veces, un tema o un lugar que parecía resultar aburrido me muestra sorpresivamente un aspecto amable y productivo. En eso también reside el encanto de fotografiar, en no tener certezas absolutas y en que puedes esforzarte y disfrutar de aquello que pretendes plasmar y conseguir buenos resultados o decepcionarte. Le podemos añadir el afán por aprender unos buenos métodos fotográficos, estudiar todo aquello que va ser nuestro sujeto, una gran dosis de diversión, imaginación y amigos, mucho trabajo antes, durante y después de la toma y tendremos una afición que se transforma en forma de vida.

Hacer fotos me permite ver otras cosas, sucesos y objetos que están ahí pero que sólo la sensibilidad y la imaginación pueden determinar y descubrir. La experiencia y la preparación hacen que sea capaz (o que lo intente, más bien) de atrapar esa imagen que he sabido ver.

 Cabo de las Huertas

Mi cámara hace la foto pero yo quiero mostrar el alma de la imagen que veo.

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