Todos los años me pasa lo mismo. Llegan las fechas de
floración de los almendros y no me puedo resistir a fotografiarlos. Las blancas
o rosadas flores ejercen una atracción especial destellando desde los campos
alicantinos, invitándome a que las fotografíe. Estos árboles van cubriéndose de un llamativo vestuario que
anuncia prematuramente la primavera dentro del mismo invierno, hasta que parece que los campos explotan de blanco. A veces, incluso
a finales del otoño (tengo una foto de almendro en flor a primeros de
diciembre), pero llegan al máximo de floración cuando cruzamos el ecuador del invierno.
Almendro en plena floración
El almendro (Prunus
dulcis) se supone que llegó a la Península Ibérica
de mano de los fenicios, siendo las regiones montañosas y secas de Asia Central
su origen geográfico, donde ha sido cultivado por el hombre desde hace más de
6.000 años. Sobra decir lo implicado que está en nuestra gastronomía.
Tras haber ido hace un par de semanas a los alrededores de Xixona, hoy hemos probado a hacer unas fotos de flores de almendros por la zona de Aigües.
El día ya frío (9ºC a las 11 de la mañana) se ha vuelto más incómodo por el viento que, además de obligarnos a
abrocharnos el anorak, ha movido constantemente las flores y las ramas, dificultando
hacer las fotos. El suelo aparecía cubierto de un delicado manto de blancos pétalos de flores de almendro, caídos por el viento. A la llegada, cuatro Conejos de Monte (Oryctolagus cuniculus) han salido corriendo, acompañados de un par
de Urracas (Pica pica).
Abeja alimentándose en una flor de almendro
Muchas abejas estaban aprovechándose de las flores, peleando
con el viento que las zarandeaba y separaba del alimento. Pero estos laboriosos
insectos no han cejado en el empeño y volaban de flor en flor buscando las más
jugosas. Fotografiar a las abejas, con el viento racheado e incesante, ha sido tarea casi imposible.
Colirrojo Tizón en un almendro
Un Colirrojo Tizón (Phoenicurus ochruros) ha estado todo el tiempo merodeando
cerca de mi. Atraído por las abejas, esta pequeña ave insectívora se ha
dedicado a atraparlas y comérselas tanto en las ramas como las que caían al suelo. Y esto lo hace de forma curiosa. Atrapa a
la abeja y se la come, excepto la parte del aguijón, que tira al suelo. El
ejemplar que revoloteaba cerca (tan cerca que en una ocasión ha llegado a darme
en el codo con un ala) se ha dejado hacer fotos tranquilamente, sin asustarse.
A veces, incluso se ponía tan cerca que no podía enfocar (1,4 m. distancia mínima de
enfoque del 70-200mm). Incluso ha usado mi mochila (que había dejado en el suelo) como atalaya para buscar más
insectos.
El Colirrojo subido a mi mochila
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