La inestabilidad atmosférica
podía dar hoy un buen atardecer para hacerle fotos pero, al final, Mr. Murphy
hizo valer su dichosa ley y todo el cielo se volvió de un homogéneo gris plomo,
sin un mínimo asomo de color.
Viento, viento y más viento.
El dios Eolo lleva un invierno sin un solo momento de descanso y hoy viene crecidito,
como anuncian desde Aemet. La mar se ha rizado y apenas hay algo que me llame
la atención y me haga sacar la cámara. Unos kitefurfers
practican su deporte, pero ya andan recogiendo y unos pescadores están echando
las cañas con unas explícitas caras de aburrimiento.
Tampoco hay reflejos
interesantes a excepción de uno que me acaba gustando y que parece que esté
virado a blanco y negro.
Un par de cormoranes grandes
pasan a toda velocidad. Poco después, aparece un grupito de gaviotas, casi
todas de Audouin y unas pocas patiamarillas, que se tiran continuamente a comer
en una zona muy concreta. Veo que sacan algo del agua, pero no distingo a saber
qué es. No paran pero de todas ellas hay una Audouin que se alimenta más cerca
de la costa y a la hora de volar también es la que deja menos distancia
conmigo.
La respuesta viene a los pocos
minutos: le falta media pata. Probablemente, esa sea la causa de que muestre
menos miedo a las personas. Deberá arriesgarse más para poder alimentarse. Es
muy posible que el origen de la lesión sea un accidente con algún arte de
pesca.
Otro enigma se desvela al ver
las fotos, pero solo para transformarse en otro aún. ¿Qué comían las gaviotas
en ese punto tan concreto?
Ampliando la imagen lo averiguo: galletas.
¿De dónde
han salido? Eso sí que no lo sé.
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