La observación de la
naturaleza es un siempre un espectáculo. Desde la actividad de un diminuto insecto
hasta los acontecimientos que ocurren a gigantescas distancias. Y para poder
disfrutarlos solo necesitamos poner un mínimo de ganas en ello.
El eclipse lunar de ayer (27
de julio) fue uno de esos espectáculos que tuvo como escenario el firmamento y
que pudimos ver desde Alicante con solo levantar la cabeza y mirar al cielo.
El Puig Campana, centinela de la zona.
Para verlo, esta vez fuimos a
La Carrasqueta pero no éramos los únicos ya que este paraje anoche parecía la
Explanada un fin de semana. Muchas familias aprovecharon para cenar observando
el fenómeno astronómico que hizo que la Luna apareciera roja (“luna de sangre”
que algunos han llamado) y que poco a poco se fuera oscureciendo (aquí el eclipse no
fue total) y que ya llegando la media noche volviera a recuperar su luz
plateada.
Lo cierto es que la noche, sin
viento ni nubes, con una temperatura muy agradable alejada del calor del
litoral, fue ideal para cenar bajo las estrellas y una luna roja.
Esperando a que el Sol nos dejara ver el eclipse.
El comienzo del eclipse fue al principio de la aparición de la Luna.
La Luna eclipsada y Marte
Nuestro satélite hizo su transformación con Marte muy de “cerca”, como un espectador de brillante luz roja haciendo honor a su apodo de "planeta rojo".
También Saturno y Júpiter destacaron en el cielo con su gran luminosidad mientras que la Osa Mayor nos vigilaba las espaldas y nos enseñaba a cómo no perder el norte.
Breves y veloces, como indica su nombre, algunas estrellas fugaces cruzaron el cielo, añadiendo velocidad a la escena.
La Vía Láctea hizo lo que pudo por dejarse ver a pesar de la contaminación lumínica de Alicante y su comarca, marcando su itinerario por el cielo con millones y millones de puntitos de luz.
La Vía Láctea y la Luna y Marte.
Alicante y su comarca emitiendo (derrochando) luz hacia el cielo.
Comienza el final del eclipse. La luz solar alcanza a la Luna.
Al regreso, un chotacabras gris voló desde la pista forestal.
El espectáculo de la naturaleza nunca cierra.
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