Nuevo paseo por el parque
inundable La Marjal para disfrutar de ese espacio y de sus aves en la tarde del
día 19. Enseguida encuentro a los activos mosquiteros
comunes que hoy parecen ser más abundantes que en otras ocasiones. Cuesta
verlos y más hacerles una foto porque no paran de ir y venir detrás de los
insectos de los que se alimentan. Parece increíble que estos animalitos, con
unos 8 o 9 gramos de peso (lo mismo que una moneda de 2 euros) sean capaces de
llegar hasta aquí desde el norte de Europa y Siberia.
Las currucas capirotadas son otras de las aves que solo podemos ver en
invierno en esta zona. Se mueven entre la vegetación detrás de insectos y
bayas.
También es invernante el colirrojo tizón. La Marjal ha resultado
ser un estupendo lugar para la invernada de esta ave y, de hecho, es una de las
que más anillamos dentro del proyecto de anillamiento científico de aves que
levamos Jana y yo aquí, con la colaboración de Aguas de Alicante y la
Concejalía de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Alicante.
Los aviones roqueros vuelan sobre el parque, atrapando insectos en
vuelo. Desaparecerán yéndose al norte con la llegada de la primavera y en su
lugar veremos aviones comunes, golondrinas y vencejos.
La abubilla no deja de usar su largo y curvado pico para atrapar
insectos en el suelo. Y lo hace con un gran porcentaje de éxito.
En el estanque ánades azulones, fochas comunes, gallinetas
comunes y zampullines comunes comparten la lámina de agua y sus orillas. Las
pone en tensión la presencia cercana de alguna gaviota patiamarilla y, especialmente, del ejemplar joven que se
posa en el agua.
Las lavandera blancas que estaban en la orillas son las primeras en
alejarse y continuar con sus tareas a más distancia.
La parte alta de un tallo de
carrizo una tarabilla común ha
establecido su puesto de vigilancia en busca de alimento. Lo localiza, vuela,
lo atrapa y vuelve a posarse en el mismo sitio. Una y otra vez.
Las urracas siempre están atentas a todo lo que ocurre, ya sea en vuelo
o desde algún posadero destacado.
Las flores acogen a los pocos
insectos que se atreven con el invierno. Las abejas aprovechan las rojas flores de Metrosideros
sp. y, a pesar de lo exótico del origen de la planta, parece gustarles.
Va cayendo la tarde y me voy.
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