Llega el verano, hace ¡chas! y
aparece a tu lado.
Lo cierto es que nos acompaña
todo el año, metamorfoseado en otros seres reconocibles. Él es la cumbre del
saber… del saber del cuñadismo,
claro. No comenta ni opina: dictamina y pontifica. Y lo hace con desdén, porque
el resto de seres no alcanzamos sus estratosféricos niveles de conocimientos.
Él ya ha superado el cuarto y va a por el quinto milenio. Incluso tiene un
máster de terraplanismo por la universidad del bar de Paco.
Su carta de presentación es el
palillo mordisqueado moviéndose entre los dientes.
Y una de sus frases favoritas
es: “tos los veranos hace caló”,
lanzada hacia el televisor que anuncia una nueva ola de calor sin que la
anterior haya terminado o hacia cualquier paisano que esté en su radio de
alcance y a los que tiene el imperioso deber de ilustrar con su sapiencia.
Y se queda esperando, mirado
alrededor, con una sonrisa y el palillo en la boca, mientras la frase flota en
el aire calentado más de cerca de los 40 ºC que de los 35 ºC y con una humedad
relativa que roza la de la selva tropical. Quiere comprobar si los demás
asienten, dándole la razón, que, a fin de cuentas, es de lo se alimenta dicho
individuo. Pero si no se le dan, mira con condescendencia, aprieta el palillo
en los labios y murmura “pobres
ignorantes”.
Atmósfera cargada de polvo africano, un fenómeno cada vez más
frecuente y que causa problemas respiratorios. Parque inundable La Marjal
(Alicante), 2021.
Diga lo que diga el del
palillo, la realidad es la realidad. En los últimos años llevamos una serie
continuada de récord tras récord de temperatura y de fenómenos meteorológicos
extremos. El cambio climático está comenzando a mostrarse con más virulencia y
en más sitios. Es una verdadera emergencia climática lo que tenemos delante,
aunque los negacionistas quieran adoptar la postura del avestruz, enterrando la
cabeza en la tierra de “lo he visto en
yutú” o “y me lo ha dicho mi primo”.
Postura que, por otro lado, les deja con el culo al aire, que es como queda
esta gente.
“Quiero que escuchen a los científicos. Y
quiero que se unan detrás de la ciencia. Y luego quiero que actúen”. Greta Thunberg, activista medioambiental.
El aumento de las temperaturas y la pérdida de humedad (incluida el agua superficial y subterránea) por la sequía, son algunos factores en la formación los de incendios forestales. Vall d’Alcalà (Alicante), 2022.
Por mostrar algunos datos (si, esos que tienen rigor científico), pongo a continuación varios extraídos del último informe de Aemet (año meteorológico 2024) (ver):
-2024 fue el tercer año más cálido de la
serie histórica en España, que arranca en 1961. Tuvo un carácter extremadamente
cálido, al igual que los años 2022 y 2023, el primero y segundo más cálidos.
-Los once años más cálidos de la serie
histórica se han registrado en el siglo XXI. La temperatura media anual de
España ha ascendido 1.69 °C desde 1961 hasta 2024.
-Enero, agosto y noviembre de 2024 fueron
los más cálidos desde que hay registros. Hubo tres olas de calor, mientras que
no se produjo ninguna ola de frío. Se registraron a lo largo del año 31 récords
de días cálidos y ningún récord de días fríos, cuando lo esperable en un clima
sin alterar hubieran sido cinco récords de cada.
-La temperatura promedio del agua del mar
de las zonas circundantes a España alcanzó los 20 °C. Fue el segundo año con
las aguas más cálidas. En una serie de datos que comienza en 1940, tan solo
2023 y 2024 han alcanzado o superado esa temperatura media anual. Se batieron
récords de temperatura diaria en zonas del Mediterráneo y de Canarias.
Mapa con representación gráfica de los valores de variación de
la temperatura del agua del mar respecto a la media en lo que llevamos de 2025.
-2024 fue húmedo en el conjunto de España,
con una precipitación que alcanzó el 105 % de su valor normal. Al terminar el
año continuaba la sequía meteorológica de larga duración que había comenzado en
marzo de 2023, aunque había ido perdiendo intensidad.
-El 29 de octubre se produjo un
extraordinario episodio de lluvias torrenciales asociado a una dana en la
provincia de Valencia, que provocó una gran riada. Se produjeron grandes daños
personales y materiales. La estación meteorológica de Turís batió récords de
precipitación a nivel nacional en una hora, triplicando el umbral considerado
para precipitación torrencial; y en seis y doce horas, duplicando en este caso
el récord anterior.
El pasado día 1 de julio, la
boya de la isla de Sa Dragonera (Mallorca) marcó una temperatura del mar de 30,67
ºC. En general, la red de boyas marinas está marcando en estas fechas de hasta
6 ºC por encima de la media, con esta anomalía extendida por todas las masas de
agua que rodean a España.
El aumento de la temperatura
atmosférica y marina, además generan el deshielo de las masas de hielo en las
regiones polares, lo que hace, entre otras cosas, aumentar la altura del nivel
del mar y altera la circulación de las corrientes marinas, modificando el clima
global (temperatura, lluvias, tormentas, vientos, etc.).
“Negar el cambio climático se cobra vidas”.
Jorge Olcina, catedrático de Geografía e Historia y director del Centro de
Climatología de la Universidad de Alicante.
Es una descomunal cantidad de
energía que se acumula en el mar y que puede acabar transfiriéndose
violentamente a la atmósfera conformando fenómenos meteorológicos extremos como
precipitaciones muy intensas y muy localizadas, con efectos devastadores.
Un mar muy caliente es una fuente de energía acumulada para tormentas violentas y lluvias torrenciales. Bahía de Alicante, 2012.
Desgraciadamente, por estas
tierras sabemos perfectamente de lo que hablamos. Tenemos una larga historia de
sucesos de “gotas frías”, “riadas” y “pantanás”, forma de referirnos a enormes
precipitaciones en muy poco tiempo y en áreas muy pequeñas. 227 personas
fallecieron en la última dana, en octubre del año pasado. 219 de ellas corresponden a habitantes de la
Comunidad Valenciana, con una falta de actuación negligente y vergonzosa de
aquellos que tenían la obligación de velar por la seguridad de los ciudadanos,
sin que nadie haya dimitido, ni cesado ni (por ahora) haya sido condenado.
Playa de la Albufereta (Alicante), desembocadura natural (de ahí
el nombre de la playa) del Barranco de Maldo, tras unas intensas lluvias
torrenciales en 2015. Cada vez que llueve con cierta intensidad, la arena de la
playa es arrastrada por las aguas que lleva el barranco (“alicatado” y sin
suelo ni vegetación natural) y ha de ser “recompuesta” con maquinaria, como en
el castigo de Sísifo.
Históricamente, el ser humano
ha sido capaz de alterar el territorio, transformando bosques en cultivos,
desviando y embalsando ríos, desecando humedales, abriendo grandes minas, etc.
También ha alterado el
equilibrio biológico, llevando a miles de especies de seres vivos a la
extinción o a situaciones extremas. Por el contrario, esa acción ha favorecido
la expansión de plagas y la aparición de especies invasoras que perjudican a la
biodiversidad, a la agricultura, a la ganadería y a las personas.
El ser humano ha contaminado
el cielo, la tierra y el mar, desde las regiones polares a los fondos abisales
marinos con toda clase de residuos, productos químicos, sustancias radiactivas
y un largo etcétera, con efectos todavía desconocidos a largo plazo. El caso de
los osos polares contaminados con DDT o el de los CFCs que dañaron gravemente
la capa de ozono que nos protege de las radiaciones ultravioletas, son solo un
par de ejemplos, quizás los más conocidos.
La mezcla de todo esto, además
de los efectos sobre la fauna y flora, afecta a la propia población humana,
especialmente a aquellos más pobres, pero es un efecto de alcance global. Las
olas de calor son especialmente peligrosas para personas con problemas
cardiovasculares o respiratorios y más en los de edad avanzada. El cambio
alcanza todos los elementos de la vida y a todas las regiones de la Tierra.
“El planeta se está volviendo más caliente
y más peligroso ningún país es inmune”.
Antonio Guterres, secretario General de la ONU.
A consecuencia del cambio
climático, los hábitats de muchas especies están desapareciendo, lo que supone
que esas especies han de abandonarlos y, en muchas ocasiones, eso supone su
extinción y la extinción es para siempre.
Ahora, en una especie de salto
mortal, la actividad humana ha conseguido afectar al clima terrestre. Ya no es
algo que puede tocar o coger como lo que había hecho hasta el momento. Está
modificando el clima del planeta, el de todo el planeta. Si ya hemos
sobrepasado el punto de retorno para reconducir la situación es algo que temen
los científicos.
Incluso, llegamos más allá. Estamos provocando una contaminación lumínica que nos niega el derecho a disfrutar del cielo nocturno. Si vivís en una gran ciudad, contad cuantas estrellas podéis contar por la noche. Con suerte, algo más del 10% de las que se podrían ver. Y cada vez serán menos porque la contaminación creada en las ciudades refleja esa luz del alumbrado y oculta el brillo de las estrellas.
El aumento del calor reduce la humedad del suelo, lo que hace
desaparecer la vegetación y, a su vez, provoca una menor retención de la
humedad ambiental, del terreno y su fertilidad, lo que aumenta el calor. Una
pescadilla que muerde la cola. Fondo seco del embalse de Amadorio, 2014.
Mariposa apolo, adaptada a climas alpinos, uno de los más
afectados por el cambio climático. Vall de Sorteny, Andorra, 2021.
Zorzal real en la Font de l’Arbre, Aitana, Alicante, 2021. Las
aves de lugares fríos y que llegan a zonas muy concretas con ambientes
similares enclavadas en áreas geográficas más templadas son las que más acusan
el cambio climático.
Por ejemplo, las especies
adaptadas a climas alpinos están viendo como el aumento de las temperaturas las
deja sin fuentes de alimentación al desaparecer aquellos recursos que solo
prosperaban allí y de los que se alimentan. Además, en muchos casos, favorecidas
por ese calor, aparecen especies competidoras en sus territorios que antes no
estaban, lo que les deja con menores posibilidades de encontrar comida.
Pero el alcance es global.
Llega a todas las especies del planeta (nosotros también somos una especie más
del planeta) y es uno de los factores que está conformando la llamada “Sexta
Extinción”, un proceso provocado por la actividad humana en el que científicos
están constando una pérdida de biodiversidad entre 1000 y 10000 veces mayor a
la que cabría esperar por causas naturales.
También ocurre lo mismo con las aves marinas, el grupo más
amenazado globalmente. En la imagen, la colonia de alcatraces atlánticos de
Bass Rock, Escocia, en 2009. Desde 2014 ha sufrido un descenso de parejas
nidificantes de un 25-30%. El cambio climático es un factor muy importante en
el descenso de las poblaciones, al que se han sumado otros factores como una
epidemia de gripe aviar y la sobre explotación de los recursos pesqueros.
“Ante una amenaza sin precedentes, no hay
espacio para la indiferencia o el negacionismo. Lo que está en juego no es solo
el porvenir del ambiente, sino la vigencia misma de la humanidad y sus derechos”.
Nancy Hernández López, presidenta de la Corte Iberoamericana de Derechos
Humanos.
El cambio climático
(emergencia climática), además, agudiza los efectos anteriores: más sequías,
menos fuentes de alimentos, calor extremo, huracanes, epidemias, hambrunas, plagas…
muertes por calor. Junio de 2025 ha sido el mes más caluroso en España desde
que hay registros, con 380 muertes relacionadas con el calor (datos de Aemet).
Lo sufrimos todos pero,
especialmente, los pueblos menos desarrollados son los que tienen una menor
capacidad de resistencia ante los cambios y que, en muchos casos, ya arrastran
muchos años de inestabilidad política y conflictos armados, que tienen como
origen los recursos naturales de esas zonas.
“En 1980, había 15 noches
tropicales al año, ahora son 80 o más: el pasado año, en algunos lugares
llegamos a tener 120”. Jorge
Olcina, catedrático de Geografía e Historia y director del Centro de
Climatología de la Universidad de Alicante.
Ya no es solo el calor diurno,
momento en el que desarrollamos la mayor parte de la actividad humana, el que
ha ido a más. El aumento de las temperaturas (con la “ayuda” de un mar cada vez
más caliente) hace que las noches se “tropicalicen”, con los termómetros
marcando valores que no bajan de los 20 ºC, en especial en regiones
mediterráneas. Eso crea una falta de confort térmico que impide un descanso
eficaz de las personas, afectando directamente a su salud.
Imaginad lo que suponen las
llamadas “noches tórridas” en las que el termómetro no baja en toda la noche de
los 25 ºC. En 2024 se registraron más de 30 noches tórridas en puntos del sur
de la península Ibérica.
El tema está de tal manera que
se empieza a utilizar el término “noche ecuatorial” para aquellas que no descienden
en ningún momento de los 26 o 27 ºC.
Valores registrados por el observatorio meteorológico de Aemet
en Alicante (30 de junio a 6 de julio de 2025). Las mínimas en este periodo
(elegido como ejemplo) han sido todas de entre 23,3 ºC y 24,5 ºC, lo que se
conoce como noches tropicales y muy cerca de las noches tórridas. Y eso que apenas ha comenzado el verano.
El intento de conseguir ese
bienestar térmico en las regiones más desarrolladas se basa en el mayor uso de
sistemas de refrigeración y durante más tiempo, para poder hacer frente a las
cada vez más numerosas olas de calor.
La energía necesaria para
mantenernos más frescos frente al calor que hemos aumentado con nuestra
actividad industrial, se obtiene con sistemas producidos industrialmente que
provocan una mayor demanda, con lo que necesitamos consumir más recursos
naturales y producir más energía, emitiendo más gases contaminantes, en un
proceso que sigue aumentando ese calentamiento global.
Evolución del CO2 registrado en Izaña desde 1984. Un
alza imparable.
Conocemos la existencia de cambios
climáticos anteriores producidos por fenómenos naturales (incluso más rápidos)
en las temperaturas, en el régimen de lluvias, en los niveles de CO2,
en el volumen de las masas de hielo, en la intensidad de las corrientes
marinas, etc. que provocaron un cambio climático de impacto global. La
investigación de esos cambios climáticos ocurridos anteriormente nos muestra
cuáles son sus efectos y porqué deberíamos evitar tener que enfrentarnos a esa
situación.
Ahora el origen del nuevo
cambio climático está en la actividad humana. Somos los guías por cielo, tierra
y mar de los jinetes del apocalipsis.
El individuo del palillo, lo
remueve entre los dientes y repite su mantra: “tos los veranos ha hecho caló”.
Claro
que sí. Siempre ha hecho calor en verano.
El problema (el gran problema) es que cada vez hace más calor y durante más
días y el proceso acelera más y más, hacia un futuro preocupante.
¿Qué
podemos hacer?
-Reducir el consumo de
combustibles fósiles y electricidad no ecológica, así como de productos no
indispensables.
-Reutilizar y reciclar,
especialmente los productos no biológicos.
Nota: Lo de “dame una bolsa” en el súper
se puede evitar llevando las nuestras. En el mercado hay una gran variedad de
bolsas ecológicas reutilizables y reciclables.
-Usar aparatos y vehículos de
consumos más eficientes.
Nota. Un aparato más eficiente es algo más
caro al principio, pero el ahorro económico durante su vida de uso lo compensa.
-Usar el transporte público o
reducir y compartir el uso del privado.
Nota: El problema es el casi siempre
deficiente e ineficaz (y, muchas veces,
caro) sistema de transporte público que tenemos, que nos fuerza a usar el
vehículo particular.
-Votar a partidos políticos que
propongan acciones reales para evitar el cambio climático.
-Evitar el derroche de agua.
-Consumir productos
respetuosos con el medio ambiente y alimentos de proximidad y de temporada,
ecológicos si es posible, evitando derroches.
Nota: Hace unos meses compré en un
supermercado unas cebollas. Cuando llegué a casa vi que su origen era ¡Nueva
Zelanda! ¿Qué huella de carbono habrán dejado? ¿De verdad es necesario que las
cebollas viajen desde las antípodas? ¿No pueden venir de más cerca? Porque,
como as meigas, haberlas
haylas.
-Formar parte y apoyar a ONGs
medioambientales y de desarrollo.
Nota: Hay muchas para elegir. Solo a modo
de ejemplo: Médicos sin Fronteras, BirdLife, Sea Shepherd, WWF, Amnistía
Internacional, Ayuda en Acción y otras muchas más de acción más próxima.
Y, sobre todo, no hacer caso
al tío del palillo.
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