martes, 8 de julio de 2025

EL TÍO DEL PALILLO

 


Llega el verano, hace ¡chas! y aparece a tu lado.

Lo cierto es que nos acompaña todo el año, metamorfoseado en otros seres reconocibles. Él es la cumbre del saber… del saber del cuñadismo, claro. No comenta ni opina: dictamina y pontifica. Y lo hace con desdén, porque el resto de seres no alcanzamos sus estratosféricos niveles de conocimientos. Él ya ha superado el cuarto y va a por el quinto milenio. Incluso tiene un máster de terraplanismo por la universidad del bar de Paco.

Su carta de presentación es el palillo mordisqueado moviéndose entre los dientes.

Y una de sus frases favoritas es: “tos los veranos hace caló”, lanzada hacia el televisor que anuncia una nueva ola de calor sin que la anterior haya terminado o hacia cualquier paisano que esté en su radio de alcance y a los que tiene el imperioso deber de ilustrar con su sapiencia.

Y se queda esperando, mirado alrededor, con una sonrisa y el palillo en la boca, mientras la frase flota en el aire calentado más de cerca de los 40 ºC que de los 35 ºC y con una humedad relativa que roza la de la selva tropical. Quiere comprobar si los demás asienten, dándole la razón, que, a fin de cuentas, es de lo se alimenta dicho individuo. Pero si no se le dan, mira con condescendencia, aprieta el palillo en los labios y murmura “pobres ignorantes”.

Atmósfera cargada de polvo africano, un fenómeno cada vez más frecuente y que causa problemas respiratorios. Parque inundable La Marjal (Alicante), 2021.


Diga lo que diga el del palillo, la realidad es la realidad. En los últimos años llevamos una serie continuada de récord tras récord de temperatura y de fenómenos meteorológicos extremos. El cambio climático está comenzando a mostrarse con más virulencia y en más sitios. Es una verdadera emergencia climática lo que tenemos delante, aunque los negacionistas quieran adoptar la postura del avestruz, enterrando la cabeza en la tierra de “lo he visto en yutú” o “y me lo ha dicho mi primo”. Postura que, por otro lado, les deja con el culo al aire, que es como queda esta gente.

 

Quiero que escuchen a los científicos. Y quiero que se unan detrás de la ciencia. Y luego quiero que actúen”. Greta Thunberg, activista medioambiental.


El aumento de las temperaturas y la pérdida de humedad (incluida el agua superficial y subterránea) por la sequía, son algunos factores en la formación los de incendios forestales. Vall d’Alcalà (Alicante), 2022. 


Por mostrar algunos datos (si, esos que tienen rigor científico), pongo a continuación varios extraídos del último informe de Aemet (año meteorológico 2024) (ver):

-2024 fue el tercer año más cálido de la serie histórica en España, que arranca en 1961. Tuvo un carácter extremadamente cálido, al igual que los años 2022 y 2023, el primero y segundo más cálidos.

Gráfica con la evolución de las temperaturas medias diarias (2024). En rojo los valores por encima de la media.

-Los once años más cálidos de la serie histórica se han registrado en el siglo XXI. La temperatura media anual de España ha ascendido 1.69 °C desde 1961 hasta 2024.

-Enero, agosto y noviembre de 2024 fueron los más cálidos desde que hay registros. Hubo tres olas de calor, mientras que no se produjo ninguna ola de frío. Se registraron a lo largo del año 31 récords de días cálidos y ningún récord de días fríos, cuando lo esperable en un clima sin alterar hubieran sido cinco récords de cada.

Valores medios de temperatura en España (1961-2024).

-La temperatura promedio del agua del mar de las zonas circundantes a España alcanzó los 20 °C. Fue el segundo año con las aguas más cálidas. En una serie de datos que comienza en 1940, tan solo 2023 y 2024 han alcanzado o superado esa temperatura media anual. Se batieron récords de temperatura diaria en zonas del Mediterráneo y de Canarias.

Evolución de la temperatura superficial media del agua del mar Balear en lo que llevamos de 2025. La línea gruesa indica los valores hasta la fecha de publicación de la gráfica. Claramente se dispara por encima del valor medio de los últimos años.

 

Mapa con representación gráfica de los valores de variación de la temperatura del agua del mar respecto a la media en lo que llevamos de 2025.


-2024 fue húmedo en el conjunto de España, con una precipitación que alcanzó el 105 % de su valor normal. Al terminar el año continuaba la sequía meteorológica de larga duración que había comenzado en marzo de 2023, aunque había ido perdiendo intensidad.


-El 29 de octubre se produjo un extraordinario episodio de lluvias torrenciales asociado a una dana en la provincia de Valencia, que provocó una gran riada. Se produjeron grandes daños personales y materiales. La estación meteorológica de Turís batió récords de precipitación a nivel nacional en una hora, triplicando el umbral considerado para precipitación torrencial; y en seis y doce horas, duplicando en este caso el récord anterior.

El pasado día 1 de julio, la boya de la isla de Sa Dragonera (Mallorca) marcó una temperatura del mar de 30,67 ºC. En general, la red de boyas marinas está marcando en estas fechas de hasta 6 ºC por encima de la media, con esta anomalía extendida por todas las masas de agua que rodean a España.

Temperatura superficial del mar registrada por la boya de Sa Dragonera el 1 de julio de 2025 (13:00-13:43 h GMT) Fuente: iMar, Aemet.

El aumento de la temperatura atmosférica y marina, además generan el deshielo de las masas de hielo en las regiones polares, lo que hace, entre otras cosas, aumentar la altura del nivel del mar y altera la circulación de las corrientes marinas, modificando el clima global (temperatura, lluvias, tormentas, vientos, etc.).

Se estima que el 10% de las personas del planeta viven en regiones costeras. El aumento del nivel del mar ya es un hecho constatado. Playa del Pinet, Alicante, 2017.

 

Negar el cambio climático se cobra vidas”. Jorge Olcina, catedrático de Geografía e Historia y director del Centro de Climatología de la Universidad de Alicante.

 

Es una descomunal cantidad de energía que se acumula en el mar y que puede acabar transfiriéndose violentamente a la atmósfera conformando fenómenos meteorológicos extremos como precipitaciones muy intensas y muy localizadas, con efectos devastadores.

Un mar muy caliente es una fuente de energía acumulada para tormentas violentas y lluvias torrenciales. Bahía de Alicante, 2012. 


Desgraciadamente, por estas tierras sabemos perfectamente de lo que hablamos. Tenemos una larga historia de sucesos de “gotas frías”, “riadas” y “pantanás”, forma de referirnos a enormes precipitaciones en muy poco tiempo y en áreas muy pequeñas. 227 personas fallecieron en la última dana, en octubre del año pasado. 219  de ellas corresponden a habitantes de la Comunidad Valenciana, con una falta de actuación negligente y vergonzosa de aquellos que tenían la obligación de velar por la seguridad de los ciudadanos, sin que nadie haya dimitido, ni cesado ni (por ahora) haya sido condenado.



Playa de la Albufereta (Alicante), desembocadura natural (de ahí el nombre de la playa) del Barranco de Maldo, tras unas intensas lluvias torrenciales en 2015. Cada vez que llueve con cierta intensidad, la arena de la playa es arrastrada por las aguas que lleva el barranco (“alicatado” y sin suelo ni vegetación natural) y ha de ser “recompuesta” con maquinaria, como en el castigo de Sísifo.


Históricamente, el ser humano ha sido capaz de alterar el territorio, transformando bosques en cultivos, desviando y embalsando ríos, desecando humedales, abriendo grandes minas, etc.

También ha alterado el equilibrio biológico, llevando a miles de especies de seres vivos a la extinción o a situaciones extremas. Por el contrario, esa acción ha favorecido la expansión de plagas y la aparición de especies invasoras que perjudican a la biodiversidad, a la agricultura, a la ganadería y a las personas.

El ser humano ha contaminado el cielo, la tierra y el mar, desde las regiones polares a los fondos abisales marinos con toda clase de residuos, productos químicos, sustancias radiactivas y un largo etcétera, con efectos todavía desconocidos a largo plazo. El caso de los osos polares contaminados con DDT o el de los CFCs que dañaron gravemente la capa de ozono que nos protege de las radiaciones ultravioletas, son solo un par de ejemplos, quizás los más conocidos.

Las grandes ciudades se convierten en “islas de calor”, por el funcionamiento de aparatos de climatización, el transporte y otros elementos, que provoca que ese calor añadido al del aire ya existente no pueda disiparse por las edificaciones que impiden el paso normal de las brisas. Tampoco hay suficientes zonas con sombra y vegetación que puedan amortiguarlo. Alicante, 2020.

La mezcla de todo esto, además de los efectos sobre la fauna y flora, afecta a la propia población humana, especialmente a aquellos más pobres, pero es un efecto de alcance global. Las olas de calor son especialmente peligrosas para personas con problemas cardiovasculares o respiratorios y más en los de edad avanzada. El cambio alcanza todos los elementos de la vida y a todas las regiones de la Tierra.


“El planeta se está volviendo más caliente y más peligroso ningún país es inmune”. Antonio Guterres, secretario General de la ONU.

 

A consecuencia del cambio climático, los hábitats de muchas especies están desapareciendo, lo que supone que esas especies han de abandonarlos y, en muchas ocasiones, eso supone su extinción y la extinción es para siempre.

Ahora, en una especie de salto mortal, la actividad humana ha conseguido afectar al clima terrestre. Ya no es algo que puede tocar o coger como lo que había hecho hasta el momento. Está modificando el clima del planeta, el de todo el planeta. Si ya hemos sobrepasado el punto de retorno para reconducir la situación es algo que temen los científicos.

Incluso, llegamos más allá. Estamos provocando una contaminación lumínica que nos niega el derecho a disfrutar del cielo nocturno. Si vivís en una gran ciudad, contad cuantas estrellas podéis contar por la noche. Con suerte, algo más del 10% de las que se podrían ver. Y cada vez serán menos porque la contaminación creada en las ciudades refleja esa luz del alumbrado y oculta el brillo de las estrellas.


El aumento del calor reduce la humedad del suelo, lo que hace desaparecer la vegetación y, a su vez, provoca una menor retención de la humedad ambiental, del terreno y su fertilidad, lo que aumenta el calor. Una pescadilla que muerde la cola. Fondo seco del embalse de Amadorio, 2014.

 

Mariposa apolo, adaptada a climas alpinos, uno de los más afectados por el cambio climático. Vall de Sorteny, Andorra, 2021.


 

Zorzal real en la Font de l’Arbre, Aitana, Alicante, 2021. Las aves de lugares fríos y que llegan a zonas muy concretas con ambientes similares enclavadas en áreas geográficas más templadas son las que más acusan el cambio climático.


Por ejemplo, las especies adaptadas a climas alpinos están viendo como el aumento de las temperaturas las deja sin fuentes de alimentación al desaparecer aquellos recursos que solo prosperaban allí y de los que se alimentan. Además, en muchos casos, favorecidas por ese calor, aparecen especies competidoras en sus territorios que antes no estaban, lo que les deja con menores posibilidades de encontrar comida.

Pero el alcance es global. Llega a todas las especies del planeta (nosotros también somos una especie más del planeta) y es uno de los factores que está conformando la llamada “Sexta Extinción”, un proceso provocado por la actividad humana en el que científicos están constando una pérdida de biodiversidad entre 1000 y 10000 veces mayor a la que cabría esperar por causas naturales.

También ocurre lo mismo con las aves marinas, el grupo más amenazado globalmente. En la imagen, la colonia de alcatraces atlánticos de Bass Rock, Escocia, en 2009. Desde 2014 ha sufrido un descenso de parejas nidificantes de un 25-30%. El cambio climático es un factor muy importante en el descenso de las poblaciones, al que se han sumado otros factores como una epidemia de gripe aviar y la sobre explotación de los recursos pesqueros.

 

Ante una amenaza sin precedentes, no hay espacio para la indiferencia o el negacionismo. Lo que está en juego no es solo el porvenir del ambiente, sino la vigencia misma de la humanidad y sus derechos”. Nancy Hernández López, presidenta de la Corte Iberoamericana de Derechos Humanos.

 

El cambio climático (emergencia climática), además, agudiza los efectos anteriores: más sequías, menos fuentes de alimentos, calor extremo, huracanes, epidemias, hambrunas, plagas… muertes por calor. Junio de 2025 ha sido el mes más caluroso en España desde que hay registros, con 380 muertes relacionadas con el calor (datos de Aemet).

Nubes en la noche, iluminadas por las descargas eléctricas de una tormenta. Alicante, 2021.

Lo sufrimos todos pero, especialmente, los pueblos menos desarrollados son los que tienen una menor capacidad de resistencia ante los cambios y que, en muchos casos, ya arrastran muchos años de inestabilidad política y conflictos armados, que tienen como origen los recursos naturales de esas zonas.

 

En 1980, había 15 noches tropicales al año, ahora son 80 o más: el pasado año, en algunos lugares llegamos a tener 120”. Jorge Olcina, catedrático de Geografía e Historia y director del Centro de Climatología de la Universidad de Alicante.

 

Ya no es solo el calor diurno, momento en el que desarrollamos la mayor parte de la actividad humana, el que ha ido a más. El aumento de las temperaturas (con la “ayuda” de un mar cada vez más caliente) hace que las noches se “tropicalicen”, con los termómetros marcando valores que no bajan de los 20 ºC, en especial en regiones mediterráneas. Eso crea una falta de confort térmico que impide un descanso eficaz de las personas, afectando directamente a su salud.

Imaginad lo que suponen las llamadas “noches tórridas” en las que el termómetro no baja en toda la noche de los 25 ºC. En 2024 se registraron más de 30 noches tórridas en puntos del sur de la península Ibérica.

El tema está de tal manera que se empieza a utilizar el término “noche ecuatorial” para aquellas que no descienden en ningún momento de los 26 o 27 ºC.

Valores registrados por el observatorio meteorológico de Aemet en Alicante (30 de junio a 6 de julio de 2025). Las mínimas en este periodo (elegido como ejemplo) han sido todas de entre 23,3 ºC y 24,5 ºC, lo que se conoce como noches tropicales y muy cerca de las noches tórridas. Y eso que apenas ha comenzado el verano.

 

El intento de conseguir ese bienestar térmico en las regiones más desarrolladas se basa en el mayor uso de sistemas de refrigeración y durante más tiempo, para poder hacer frente a las cada vez más numerosas olas  de calor.

La energía necesaria para mantenernos más frescos frente al calor que hemos aumentado con nuestra actividad industrial, se obtiene con sistemas producidos industrialmente que provocan una mayor demanda, con lo que necesitamos consumir más recursos naturales y producir más energía, emitiendo más gases contaminantes, en un proceso que sigue aumentando ese calentamiento global.

Evolución del CO2 registrado en Izaña desde 1984. Un alza imparable.


 Un círculo cerrado que ahoga al clima.

Conocemos la existencia de cambios climáticos anteriores producidos por fenómenos naturales (incluso más rápidos) en las temperaturas, en el régimen de lluvias, en los niveles de CO2, en el volumen de las masas de hielo, en la intensidad de las corrientes marinas, etc. que provocaron un cambio climático de impacto global. La investigación de esos cambios climáticos ocurridos anteriormente nos muestra cuáles son sus efectos y porqué deberíamos evitar tener que enfrentarnos a esa situación.

Ahora el origen del nuevo cambio climático está en la actividad humana. Somos los guías por cielo, tierra y mar de los jinetes del apocalipsis.

 

El individuo del palillo, lo remueve entre los dientes y repite su mantra: “tos los veranos ha hecho caló”.

 

Claro que sí. Siempre ha hecho calor  en verano. El problema (el gran problema) es que cada vez hace más calor y durante más días y el proceso acelera más y más, hacia un futuro preocupante.

 

 

¿Qué podemos hacer?

-Reducir el consumo de combustibles fósiles y electricidad no ecológica, así como de productos no indispensables.

-Reutilizar y reciclar, especialmente los productos no biológicos.

Nota: Lo de “dame una bolsa” en el súper se puede evitar llevando las nuestras. En el mercado hay una gran variedad de bolsas ecológicas reutilizables y reciclables.

-Usar aparatos y vehículos de consumos más eficientes.

Nota. Un aparato más eficiente es algo más caro al principio, pero el ahorro económico durante su vida de uso lo compensa.

-Usar el transporte público o reducir y compartir el uso del privado.

Nota: El problema es el casi siempre deficiente e ineficaz (y,  muchas veces, caro) sistema de transporte público que tenemos, que nos fuerza a usar el vehículo particular.

-Votar a partidos políticos que propongan acciones reales para evitar el cambio climático.

-Evitar el derroche de agua.

-Consumir productos respetuosos con el medio ambiente y alimentos de proximidad y de temporada, ecológicos si es posible, evitando derroches.

Nota: Hace unos meses compré en un supermercado unas cebollas. Cuando llegué a casa vi que su origen era ¡Nueva Zelanda! ¿Qué huella de carbono habrán dejado? ¿De verdad es necesario que las cebollas viajen desde las antípodas? ¿No pueden venir de más cerca? Porque, como as meigas, haberlas haylas.

-Formar parte y apoyar a ONGs medioambientales y de desarrollo.

Nota: Hay muchas para elegir. Solo a modo de ejemplo: Médicos sin Fronteras, BirdLife, Sea Shepherd, WWF, Amnistía Internacional, Ayuda en Acción y otras muchas más de acción más próxima.

 

Y, sobre todo, no hacer caso al tío del palillo.


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