lunes, 21 de julio de 2025

HASTA LAS ESTRELLAS Y MÁS ALLÁ


Este fin de semana han coincidido varios cumpleaños y onomásticas familiares y era un buen momento para volver a visitar Galáctica, un centro de divulgación astronómica en Arcos de las Salinas, en la turolense sierra de Javalambre.

Además, las previsiones de las condiciones atmosféricas son idóneas y es uno de los mejores fines de semana de este año para poder observar la Vía Láctea.

Antes de eso podemos ver icnitas cerca de la localidad de Corcolilla. Son las huellas dejadas por varios dinosaurios terópodos hace millones de años y que se han fosilizado en el fango arenoso por el caminaron esos gigantescos animales. Es un BIC y se ha instalado una cubierta para proteger el yacimiento.

Terópodos. Fuente: KoprX - Trabajo propio, CC BY-SA 4.0 https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=79137616.


En cuanto a pajarerío, veo buitre leonado, golondrina común (con varios nidos en el patio de nuestro alojamiento), golondrina dáurica, vencejo común, abejaruco común (algo más de 100 ex. en un tendido junto a la carretera), mosquitero papialbo, triguero, escribano montesino, zarcero políglota, colirrojo tizón y paloma torcaz.

Colirrojo tizón.


Nido de golondrina común. Las aves entraban y salían continuamente sin prestar atención a nuestra presencia que no les molestaba en absoluto. La cámara disparó en modo remoto.

 

El nitrógeno en nuestro ADN, el calcio de nuestros dientes, el hierro de nuestra sangre, el carbono en las tartas de manzana… todos fueron creados en el interior de las estrellas. Estamos hechos del material de las estrellas.

Somos polvo de estrellas que piensa en estrellas. (Carl Sagan).

 

Tras una interesante visita guiada a Galáctica, cenamos en su exterior mientras el equipo del centro montaba los cuatro telescopios para la actividad de observación nocturna que había programada. Las estrellas van apareciendo, primero las más brillantes como Arturo y el “triángulo del verano”: Vega, Altair y Deneb. Pero rápidamente aparecen más y más. El firmamento, como dice Dave Bowman en 2001, una odisea del espacio, “Está lleno de estrellas”.

La calidad del cielo nocturno es sobresaliente en este lugar, una de las mejores del mundo, ya que se juntan varias condiciones que hacen que se pueda observar el firmamento con una nitidez y oscuridad espectaculares. Por eso, muy cerca está el observatorio astronómico de Pico del Buitre, a 1.957 metros de altura (prácticamente, la cima más alta de la sierra de Javalambre), dependiente del Gobierno de Aragón y especializado en materia oscura y del que depende Galáctica.



Visitando las cúpulas de observación en Galáctica.


Galáctica bajo la Vía Láctea.

Minutos después,  se empieza a distinguir, sin ningún tipo de problema, el espinazo de la noche, la Vía Láctea, repleta de estrellas y las constelaciones van formando sus imaginarios aspectos por toda la bóveda celeste. La Osa Mayor es muy fácil de distinguir y, con ella, la estrella Polar y la Osa Menor. Casiopea, Escorpión, Cisne, Dragón, Cefeo, Lira, Águila… entre otras, también podemos localizarlas sin dificultad.

Los planetas aparecerán bastante más tarde (el primero será Saturno) pero nosotros ya no los vemos al habernos ido.

Acostumbrados al cielo nocturno de Alicante, con su contaminación lumínica, humos, aerosoles marinos y demás, contemplar un cielo oscuro como este te hace comprender que nuestra forma de vida nos roba algo que nos pertenece y que permanece grabado en algún rincón de nuestra memoria más primitiva.

Comienza la actividad que hoy se llama “Maratón celeste” y los monitores, en completa oscuridad, (excepto por unas mínimas luces rojas, para que los ojos se adapten y nos permitan ver mejor) nos van explicando de forma muy amena qué es lo que vamos a ver esta noche. El objetivo es el espacio profundo, en el que iremos viendo, con esos telescopios, estrellas dobles, cúmulos, nebulosas, galaxias… Algunos de ellos son visibles a simple vista y también nos sorprenden cuando los miramos con nuestros prismáticos.



Lo mismo nos pasa cuando observamos con los prismáticos regiones del firmamento y pasamos nuestra visión por la Vía Láctea. El número de estrellas se multiplica dentro de esa especie de nube de puntitos de luz que cruza el firmamento.

 

La astronomía es una lección de humildad, una invitación a mirar más allá de uno mismo y aceptar nuestra pequeñez en el universo. (Neil deGrasse Tyson).

 

La enorme vastedad del espacio, las distancias a las que se encuentran las estrellas (la más cercana, Alfa Centauri, está de la Tierra a 4,36 años luz (41,2 billones de km) y, sobre todo, lo poquísimo que conocemos y comprendemos de él, nos pone en nuestro insignificante lugar, ese en el que desarrollamos nuestras alegrías y preocupaciones, y que no es más que en un pequeño planeta, de un sistema solar corriente, girando junto a una vulgar estrella y en un rincón anodino de nuestra galaxia, una más entre las más de medio centenar que forman nuestro Grupo Local llamado Vía Láctea, una zona del universo de unos 10 millones de años luz de diámetro.

Aquello de que los seres humanos somos los reyes de la creación, no soporta ni el más mínimo análisis científico.

El universo que vemos es tan enorme que las estrellas que podemos ver es porque la luz que emitieron ha llegado hasta nosotros mucho tiempo después en un viaje a la velocidad de la luz. Por tanto, lo que vemos, ya no existe como lo vemos. Existió hace años, muchísimos años (millones) en la mayoría de los casos, tantos que podemos ver algunas estrellas que no existen y, a la vez, no ver otras que ya están. Es lo que tienen esas gigantescas distancias, incluso para la velocidad de la luz.

Para ir aderezando la noche, la lluvia de estrellas de las Delta-Acuáridas nos regala la visión de media docena de estrellas fugaces, alguna bastante espectacular. Otros trazos luminosos que vemos son satélites artificiales que pasan siguiendo sus órbitas.

 

El cielo ha ido y es una inspiración para toda la humanidad. Sin embargo, su contemplación se hace cada vez más difícil e, incluso, para las jóvenes generaciones empieza a resultar desconocido. (Declaración de París).

 

La temperatura va bajando conforme avanza la noche y, al final de la actividad, aparecen unas pocas nubes que brillan por la luz de las construcciones de la costa valenciana. No molestan para los últimos vistazos con los telescopios con los que hemos contemplando el cielo nocturno. Ese brillo nos recuerda que la actividad humana no solo afecta al suelo, a los animales y plantas, al agua, al aire sino que alteramos hasta la visión del propio cielo nocturno.


Las estrellas "girando" alrededor de la estrella Polar (arriba, a la izquierda). A la derecha de la imagen, y  a pesar de la distancia, nubes iluminadas por las luces del litoral valenciano.

Andrómeda es nuestro último objetivo de la maratón celeste. Es la única galaxia que podemos ver que está fuera de la Vía Láctea. A 2,5 millones de años luz de la Tierra, es una galaxia en espiral con un billón de estrellas que se dirige hacia la Vía Láctea a unos 300 km por segundo y que acabará colisionando con ella. Tranquilos, no hay de qué preocuparse: eso ocurrirá dentro de unos 4.500 millones de años.

Al final de la actividad de observación, aprovechamos para seguir desfrutando de la calidad de ese cielo y hacer algunas fotos de él.

Pero la visita no acabó aquí. El domingo pudimos disfrutar en Galáctica de una visión del Sol con telescopio (con filtro de hidrógeno ɑ, para una mejor visión de la cromósfera solar) contemplando manchas solares, protuberancias, fulguraciones, filamentos, granulosidades… lo que es la verdadera “cara” de nuestra estrella y que su brillo siempre nos había ocultado… hasta ese día.

 

Volveremos otra vez, seguro.

 

Cuanto más claramente podamos enfocar nuestra atención en las maravillas y realidades del universo que nos rodea, menos gusto tendremos por la destrucción. (Rachel Carson). 




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