Este fin de semana han coincidido
varios cumpleaños y onomásticas familiares y era un buen momento para volver a
visitar Galáctica, un centro de
divulgación astronómica en Arcos de las Salinas, en la turolense sierra de
Javalambre.
Además, las previsiones de las
condiciones atmosféricas son idóneas y es uno de los mejores fines de semana de
este año para poder observar la Vía Láctea.
Antes de eso podemos ver icnitas cerca de la localidad de
Corcolilla. Son las huellas dejadas por varios dinosaurios terópodos hace millones de
años y que se han fosilizado en el fango arenoso por el caminaron esos
gigantescos animales. Es un BIC y se ha instalado una cubierta para proteger el
yacimiento.
Terópodos.
Fuente: KoprX - Trabajo propio, CC BY-SA 4.0 https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=79137616.
En cuanto a pajarerío, veo buitre leonado, golondrina común (con varios nidos en el patio de
nuestro alojamiento), golondrina
dáurica, vencejo común, abejaruco común (algo más de 100 ex. en un tendido
junto a la carretera), mosquitero
papialbo, triguero, escribano montesino, zarcero políglota, colirrojo tizón y paloma torcaz.
Colirrojo tizón.
El nitrógeno en nuestro ADN,
el calcio de nuestros dientes, el hierro de nuestra sangre, el carbono en las
tartas de manzana… todos fueron creados en el interior de las estrellas.
Estamos hechos del material de las estrellas.
Somos polvo de estrellas que
piensa en estrellas. (Carl
Sagan).
Tras una interesante visita
guiada a Galáctica, cenamos en su
exterior mientras el equipo del centro montaba los cuatro telescopios para la
actividad de observación nocturna que había programada. Las estrellas van
apareciendo, primero las más brillantes como Arturo y el “triángulo del
verano”: Vega, Altair y Deneb. Pero rápidamente aparecen más y más. El
firmamento, como dice Dave Bowman en 2001,
una odisea del espacio, “Está lleno de estrellas”.
La calidad del cielo nocturno
es sobresaliente en este lugar, una de las mejores del mundo, ya que se juntan
varias condiciones que hacen que se pueda observar el firmamento con una
nitidez y oscuridad espectaculares. Por eso, muy cerca está el observatorio
astronómico de Pico del Buitre, a 1.957 metros de altura (prácticamente, la
cima más alta de la sierra de Javalambre), dependiente del Gobierno de Aragón y
especializado en materia oscura y del que depende Galáctica.
Galáctica bajo la Vía Láctea.
Minutos después, se empieza a distinguir, sin ningún tipo de
problema, el espinazo de la noche, la Vía Láctea, repleta de estrellas y las constelaciones van formando
sus imaginarios aspectos por toda la bóveda celeste. La Osa Mayor es muy fácil de distinguir y, con ella, la estrella Polar y la Osa Menor. Casiopea, Escorpión, Cisne, Dragón, Cefeo, Lira, Águila… entre
otras, también podemos localizarlas sin dificultad.
Los planetas aparecerán bastante
más tarde (el primero será Saturno) pero nosotros ya no los vemos al habernos
ido.
Acostumbrados al cielo
nocturno de Alicante, con su contaminación lumínica, humos, aerosoles marinos y
demás, contemplar un cielo oscuro como este te hace comprender que nuestra
forma de vida nos roba algo que nos pertenece y que permanece grabado en algún
rincón de nuestra memoria más primitiva.
Comienza la actividad que hoy
se llama “Maratón celeste” y los
monitores, en completa oscuridad, (excepto por unas mínimas luces rojas, para
que los ojos se adapten y nos permitan ver mejor) nos van explicando de forma
muy amena qué es lo que vamos a ver esta noche. El objetivo es el espacio
profundo, en el que iremos viendo, con esos telescopios, estrellas dobles, cúmulos, nebulosas, galaxias… Algunos de ellos
son visibles a simple vista y también nos sorprenden cuando los miramos con
nuestros prismáticos.
Lo mismo nos pasa cuando
observamos con los prismáticos regiones del firmamento y pasamos nuestra visión
por la Vía Láctea. El número de
estrellas se multiplica dentro de esa especie de nube de puntitos de luz que
cruza el firmamento.
La astronomía es una lección
de humildad, una invitación a mirar más allá de uno mismo y aceptar nuestra
pequeñez en el universo. (Neil
deGrasse Tyson).
La enorme vastedad del
espacio, las distancias a las que se encuentran las estrellas (la más cercana, Alfa Centauri, está de la Tierra a 4,36
años luz (41,2 billones de km) y, sobre todo, lo poquísimo que conocemos y
comprendemos de él, nos pone en nuestro insignificante lugar, ese en el que
desarrollamos nuestras alegrías y preocupaciones, y que no es más que en un
pequeño planeta, de un sistema solar corriente, girando junto a una vulgar estrella
y en un rincón anodino de nuestra galaxia, una más entre las más de medio
centenar que forman nuestro Grupo Local llamado Vía Láctea, una zona del
universo de unos 10 millones de años luz de diámetro.
Aquello de que los seres
humanos somos los reyes de la creación,
no soporta ni el más mínimo análisis científico.
El universo que vemos es tan
enorme que las estrellas que podemos ver es porque la luz que emitieron ha
llegado hasta nosotros mucho tiempo después en un viaje a la velocidad de la
luz. Por tanto, lo que vemos, ya no existe como lo vemos. Existió hace años,
muchísimos años (millones) en la mayoría de los casos, tantos que podemos ver
algunas estrellas que no existen y, a la vez, no ver otras que ya están. Es
lo que tienen esas gigantescas distancias, incluso para la velocidad de la luz.
Para ir aderezando la noche,
la lluvia de estrellas de las
Delta-Acuáridas nos regala la visión de media docena de estrellas fugaces, alguna bastante espectacular. Otros trazos
luminosos que vemos son satélites
artificiales que pasan siguiendo sus órbitas.
El cielo ha ido y es una
inspiración para toda la humanidad. Sin embargo, su contemplación se hace cada
vez más difícil e, incluso, para las jóvenes generaciones empieza a resultar
desconocido.
(Declaración de París).
La temperatura va bajando conforme
avanza la noche y, al final de la actividad, aparecen unas pocas nubes que
brillan por la luz de las construcciones de la costa valenciana. No molestan
para los últimos vistazos con los telescopios con los que hemos contemplando el
cielo nocturno. Ese brillo nos recuerda que la actividad humana no solo afecta
al suelo, a los animales y plantas, al agua, al aire sino que alteramos hasta
la visión del propio cielo nocturno.
Andrómeda es
nuestro último objetivo de la maratón celeste. Es la única galaxia que podemos
ver que está fuera de la Vía Láctea. A 2,5 millones de años luz de la Tierra,
es una galaxia en espiral con un billón de estrellas que se dirige hacia la Vía
Láctea a unos 300 km por segundo y que acabará colisionando con ella.
Tranquilos, no hay de qué preocuparse: eso ocurrirá dentro de unos 4.500
millones de años.
Al final de la actividad de
observación, aprovechamos para seguir desfrutando de la calidad de ese cielo y
hacer algunas fotos de él.
Pero la visita no acabó aquí.
El domingo pudimos disfrutar en Galáctica
de una visión del Sol con telescopio
(con filtro de hidrógeno ɑ, para
una mejor visión de la cromósfera solar) contemplando manchas solares,
protuberancias, fulguraciones, filamentos, granulosidades… lo que es la
verdadera “cara” de nuestra estrella y que su brillo siempre nos había
ocultado… hasta ese día.
Volveremos otra vez, seguro.
Cuanto más claramente podamos enfocar nuestra atención en las maravillas y realidades del universo que nos rodea, menos gusto tendremos por la destrucción. (Rachel Carson).
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