Un fotógrafo busca la belleza de diversas
maneras, en diversas fases, se entrena en percibirla, en descubrirla allí donde
esté.
¿Hasta qué punto puede tolerar su destrucción
o permanecer impasible?
José B. Ruiz. Fotógrafo de naturaleza.
FOTOGRAFÍA,
COMPROMISO Y CONSERVACIÓN
La considerada como primera
fotografía fue la realizada por Nicéphore
Niepce en 1826. En esa imagen, cuya exposición duró casi un día, aparecen
varios tejados y un palomar de París. Ahora vamos acercándonos al segundo
centenario de su invención. Pronto dejó de ser una curiosidad para pasar a
convertirse en un nuevo arte y en una herramienta. La capacidad de dejar
registrado en un soporte (papel, vidrio, acetato…) todo los que nos rodea
permitió que no sólo la fotografía fuese una especie de notario en imágenes
sino que pudiera ser también un testigo acusador de la realidad.
Gracias
a la pasada labor de no pocos fotógrafos hoy podemos conocer un mundo que ya se
ha extinguido. Personas, pueblos, parajes, animales, costumbres, etc.
sobrevivirán al olvido porque alguien se preocupó de llegar hasta ellos con su
cámara e inmortalizarlos. Aquel sencillo accionado del disparador nos legó
imágenes que hoy son un tesoro porque almacenan instantes de un mundo
desaparecido.
La fotografía es
testigo
de pueblos que desaparecen arrollados por el mundo “civilizado” como
este miembro de la tribu Huli, del valle de Tari en Papúa Nueva Guinea.
Sus tierras están amenazadas porque se ha encontrado gas en las
Highlands. Un tercio de las aves ya han desaparecido. El sombrero que
lleva lo hace con su propio pelo, tres meses antes de casarse. los
adornos son de aves (incluidos los casuarios) y de cuscus.
Edward S. Curtis, por ejemplo, fue
uno de ellos. Este norteamericano nacido en 1868 dedicó su vida a fotografiar a
los últimos indios norteamericanos. No sólo consiguió preservar en imágenes (20
volúmenes con 40.000 fotografías, 10.000 grabaciones, una ópera y una película)
el ocaso de la forma de vida de más de 80 tribus, sino que llegó más allá y fue
capaz de mostrar el orgullo de aquellos últimos indios aún en esos días al
borde de la pérdida de su identidad como nación. La obra fotográfica de Curtis,
por otro lado tremendamente bella, con unos retratos y sensibilidad
inigualables, es un patrimonio antropológico de histórico de toda la humanidad
y está depositada en la
Librería del Congreso de los EEUU.
Otros
muchos fotógrafos han denunciado (y siguen haciéndolo) las injusticias de
nuestro mundo actual. Guerras, hambres, persecución, enfermedad, explotación y
un triste largo etcétera se asoman a nuestras vidas con esas fotografías, que
nos agitan la conciencia sacándonos de nuestra relativamente apacible
cotidianidad, recordándonos que la sociedad del bienestar no más que una
utopía. Gracias a esas fotos sabemos de las desgracias que ocurren en nuestra mundo
y muchas veces podemos identificar no sólo a las víctimas sino a los culpables.
Son siempre testigos incómodos para el poderoso y la luz de la conciencia de
los demás.
La
fotografía de naturaleza también se aplica en denunciar aquellas tropelías que
se cometen, a veces muy cerca y otras muy lejanas, pero que nos afectan a
todos. Por ello, la labor del fotógrafo de esta especialidad tiene una
responsabilidad moral en no sólo conseguir la imagen más espectacular y difícil
sino en hacer que esa misma fotografía sirva para denunciar la destrucción de
nuestro mundo. Tienen el poder de servir de punto de conexión entre la difusión
y la concienciación, el conocimiento y la conservación.
La
fotografía digital ha universalizado este arte. El número de personas con
cámara se ha multiplicado en los últimos años. Y no pocos dedican su tiempo o
parte de él a fotografiar animales, plantas, paisaje… naturaleza. El fotógrafo
naturalista es siempre especialmente cuidadoso en su trabajo y nunca hará una
fotografía si eso va a suponer cualquier tipo de daño para el sujeto a
fotografiar sea cual sea. Antes que nada, debe primar el bienestar de aquello
que se quiere mostrar. Desgraciadamente, al igual que en otros colectivos, hay
quienes no entienden esto y se lanzan al monte como Atila por conseguir una
buena foto. Son muy pocos y tienen asegurado el permanente rechazo de los
verdaderos fotógrafos y de la sociedad. Por ejemplo, AEFONA, la mayor asociación de fotógrafos de naturaleza cuenta con un código para que las actividades de sus socios sean respetuosas con la naturaleza.
La fotografía de
las aves
rapaces ha permitido difundir el imprescindible papel que estos animales
mantienen dentro del equilibrio ecológico. Los buitres son una especie
muy especializada al alimentarse de carroñas y evitar así la propagación
de epidemias.
Sería
muy triste dedicar horas y horas e invertir miles de euros para sólo elaborar
un archivo de imágenes que pretenda mostrar un mundo bucólico, en el que todo
es perfecto, donde nada malo ocurre y la vida natural no se ve alterada. Sería
pretender mostrar sólo una cara de la moneda. Los fotógrafos, como otros
artistas, cuentan con una especial sensibilidad para ser capaces de apreciar
esas imágenes especialmente bellas y unos conocimientos adecuadas para saber
captarlas. Esa sensibilidad debe hacer que también estén permanentemente
atentos a los elementos que amenazan a esa belleza y crear una respuesta en
forma de imagen que puedan mostrar y denunciar. Las fotografías nos
muestran un mundo que agoniza y que va desapareciendo, como la nación india
ante el objetivo de la cámara de Curtis. Esas imágenes dan fe de los hechos
y señalan a los culpables y pueden
conseguir movilizar a la sociedad y obligar a los gobernantes a trabajar para
impedir esos desastres. Es la aplicación de aquel dicho de que una imagen vale
más que mil palabras.
No
es necesario que esas fotos sean de rarísimos animales o de parajes remotos.
Muy cerca de nosotros también se están produciendo extinciones y agresiones al
medio natural. Unas veces son seres vivos, otros paisajes, otras tradiciones,
pero siempre será la fotografía una herramienta potentísima para denunciar y
conservar, eso sí, mientras queramos ejercer de testigos y denunciantes.
Quiero
agradecer a mi amiga Olga Martínez Valebona haberme permitido amablemente
publicar una de sus magníficas fotografías realizadas en su viaje a Papúa-Nueva
Guinea e informarme sobre los Huili y su incierto futuro.
Recomiendo
ver un resumen del trabajo de Edward S. Curtiss en el estupendo PDF que mi
amigo José Carlos Robles hizo para Un año de fotografía en http://www.tucamon.es/archives/0000/1570/23_Curtis_Riefenstahl.pdf
Código ético de AEFONA http://www.aefona.org/quienes_somos/codigo_etico
Un artículo cargado de sentimiento y razones de peso. En esa línea, es curioso, me viene a la cabeza la fotógrafa Leni Riefenstahl, criticada severamente por su obra del régimen nazi, destacó por sus magníficos trabajos sobre los Nuba de Sudán. En el año 2000 viajó por última vez al continente africano observando con tristeza como la creciente islamización los había obligado a vestirse, descaracterizando, de paso, muchas de sus costumbres, las guerras y el hambre destrozaron su cultura.
ResponderEliminarTal vez por eso no se me olvida su frase: «Allí donde se despliega el lado oscuro de la civilización, la felicidad desaparece.»
Buen trabajo Elías, una delicia.
Por algo pusiste a Riefenstahl con Curtis en el mismo PDF ¿no?, porque ambos se impregnaron de esos pueblos a los que fotografiaron y los volvieron imborrables para la historia.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus comentarios.