De todas las veces
que he ido a anillar, la sesión de esta mañana ha sido la más breve y extraña
de todas. Tras un primer intercambio de posibilidades de lugares y horarios y
buscando el lugar y el momento en que mejor pudiéramos capear este temporal de
viento que nos azota, elegimos ir el sábado por la mañana a la zona de Aigües. A las siete de la
mañana la temperatura es de 20ºC (sí, como si fuera verano) debido a la ponentà que sopla. Caen pequeñas gotas
que aumentan un poco a la llegada a Aigües.
Localizamos un buen sitio y
plantamos la primera red (la más larga) que presagia buenos augurios de
capturas. Decidimos poner otra a unos pocos metros pero, cuando ya la tenemos
desliada, el viento aumenta repentinamente de intensidad y una inesperada lluvia
espesa y lateral nos azota. Boquiabiertos podemos ver cómo pasan grandes cortinas de
agua de esa misma lluvia casi horizontal arrastrada por el fuerte viento. Parecía
que una manguera gigantesca se había cebado con nosotros.
Con Marta y Violeta (al pino piñonero no le hacía falta que lo sujetáramos). :)
El huracán rompe uno
de los palos de la red que teníamos ya montada y la derriba sobre un almendro. Caos.
Tratamos de desengancharla con el menor daño posible pero el árbol está justo en
el borde del margen del bancal y la lluvia no ayuda. Intentamos desenredarla pero
no es nada fácil. Además, ya estamos completamente mojados. Aviso a Violeta
para que tenga cuidado y no vaya a caerse y el que acaba en el suelo soy yo.
Eso es educar con el ejemplo.
Al final hay que
sacrificar la red para poderla quitar y salir en busca del refugio de los coches.
Allí dentro, entre la
calefacción a tope y el termo con café con leche calentita, cruasanes y galletas, conseguimos recuperarnos.
Resucitando.
El tiempo sigue muy
inestable por lo que decidimos dejar lo de anillar para otro día. Es mi sesión
de anillamiento más corta y, además, con un resultado sorprendente:
Pájaros: 0, redes:
-1.
Nos acercamos a dar
una vuelta por la zona del Preventorio. Las construcciones cada vez están muy
ruinosas y peligrosas.
Charlando.
Intentamos regresar dando una vuelta por el Embalse de Amadorio y tratar de ver algo, pero la lluvia vuelve a arreciar y los pájaros (con mucho (pero mucho) más sentido común que nosotros) han decidido ponerse a buen resguardo.
Suspendemos también esa idea.
Nos queda aún tiempo para
tomar otra bebida calentita en un bar de Aigües antes de volver. Con las cálidas tazas en
las manos, coincidimos en que ha sido una mañana extraña pero en la que, a pesar de todo
lo que nos ha pasado, nos hemos divertido un montón.
Hay que volver y
probar otra vez.
Esperemos que los
elementos entonces nos sean más benévolos.
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