martes, 3 de noviembre de 2015

AVEFRÍA SOCIABLE: UNO, DOS... Y ADIÓS


Tomás y yo con la puesta, la sociable y los mosquitos.

El pasado domingo Bryan Thomas publicaba en su blog la observación de un Avefría sociable en el sur del PN de El Hondo. La noticia corrió como la pólvora y a la mañana siguiente ya era relocalizada en la zona.

Gracias a la información que Jana me whatasspea (¡toma palobrota!), por la tarde voy con Toni a tratar de ver a esa rareza ornitológica y, gratamente acompañados sobre el terreno por el ornitólogo pachequero Tomás García, nos acercamos al lugar (atravesando un barrizal nivel post diluvio universal) donde estaba el ave junto a varios centenares más de otras especies como avefrías europeas, cigüeñuelas comunes, combatientes y otras que ni me preocupo en identificar ante la caída de la luz.

Sí, porque el sol se ocultó tras las montañas. En ese momento, mientras espantaba algunas docenas de mosquitos (el repelente se quedó en otra mochila que llevé a anillar a las Salinas de Calp), apunté con el telescopio hacia el encharcado campo.

En el barrizal.

Me acuerdo de aquellos pasatiempos de "Buscando a Willy". “Avefrías, avefrías, cigüeñuelas…¡ahí está!” La marcada ceja y el píleo negro delatan a la avefría sociable. Apenas me da tiempo a decir ¡ahí está la sociable! cuando levanta el vuelo junto a media docena de avefrías. Resulta reconocible por su plumaje alar pero “cae” detrás del gran bando y desaparece entre el montón de aves que hay.

Ha sido “uno, dos... y adiós” pero la imagen se ha quedado grabada en mi retina.

La avefría sociable.


Menos mal que Tomás nos cede amablemente algunas fotos que ha podido hacer.

La puesta de sol.


La luz mengua muy rápidamente y el número de mosquitos aumenta exponencialmente. La puesta de sol es espectacular pero tenemos que salir de allí, acribillados por esos pequeños insectos. Unos cuantos se suben como polizones al coche y nos acompañan unos kilómetros hasta que acabamos con el último de ellos tras numerosos manotazos mientras nos rascamos los picotazos.

Pero ha valido (y mucho) la pena.





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