miércoles, 20 de julio de 2016

300 DELFINES




Debemos a nuestros hijos ser mejores administradores del medio ambiente. 
¿La alternativa? ¿Un mundo sin ballenas?
Es demasiado terrible para imaginarlo.
Pierce Brosnan (actor).


No recuerdo dónde leí que las ballenas son seres excepcionales porque con su aliento forman arcoíris. Y la verdad es que lo son y no solo porque al incidir los rayos del sol en su chorro de vapor al respirar crean reflejos de miles de colores. Todo en estos seres es muy diferente al resto animales. Su lenguaje, conducta social, tamaño, alimentación, aspecto… no hay nada que deje de llamarnos la atención. Y también lo hizo de aquellos que las cazaron masivamente hasta ponerlas al mismo borde de la extinción.
De hecho, el lema “salvad las ballenas” es un verdadero clásico del movimiento ecologista. Gracias a la presión social, en 1982 se consiguió una gran moratoria mundial sobre la caza de ballenas que, a día de hoy, es violada por algunos países (como Japón, Noruega o Islandia) con diversos y peregrinos argumentos.


Es una situación curiosa en la que el mar, del que surgió la vida por primera vez, ahora se ve amenazado por las actividades de una forma vida. Pero, el mar, aunque transformado de una manera siniestra, seguirá existiendo: la amenaza es más bien a la vida misma.
Rachel Carson (bióloga marina).


Delfín común.

Hago esta breve y necesariamente incompleta presentación como introducción a esta entrada. He visto varias veces cetáceos en su medio (hace un par de semanas tres rorcuales comunes frente a Les Rotes (Dénia) (ver), delfines mulares en las costas alicantina y gaditana, orcas en el estrecho, etc.) y volver a encontrarme con ellos es una idea muy atractiva. Así que, acompañado por mi hija Silvia, nos fuimos la semana pasada a Santurtzi, donde Verballenas.com ofrece un viaje en barco por el Golfo de Bizkaia para ver cetáceos, aves marinas, peces y todo bicho que se acerque. El guía es Gorka Ocio, un verdadero sabio con una amplísima experiencia en el medio marino y además, un amigo, junto a Yolanda Ozaeta (otra amiga) que ponen en marcha toda esta idea de ver cetáceos.
Esta es nuestra segunda vez (ver) y aunque las ballenas se han debido esconder o se han ido a las rebajas, hemos disfrutado de otras interesantísimas observaciones que os voy contando.
Después de llegar a Bilbao en avión, nos desplazamos a la localidad de Santurtzi que está en plenas fiestas patronales (Nuestra Señora del Carmen, patrona de los marineros, como no podía ser de otra manera en esa localidad) y apenas acabamos de dejar las maletas en un bonito y acogedor hotel, nos vamos a la Casa Torre, donde Gorka expondrá detalles de la salida del día siguiente.


Gorka.

Durante una hora que se pasa volando, nos muestra imágenes de las especies de animales (cetáceos, aves, peces, reptiles, etc.) que podremos encontrar (con un poco de suerte) y algunas normas y consejos. También, advierte que, para evitar que se nos pase algún animal, hay que avisar de cualquier cosa que se vea en la mar, bajo pena (en broma) de “ser abandonado en un bonito bote salvavidas y avisado Salvamento Marítimo para el rescate”.
Yolanda entrega a todos los participantes un cuaderno de identificación de especies, mientras Gorka acaba de aclarar algunas dudas y, al acabar, nos vamos a tomar algo, que tanto hablar nos ha dejado la boca seca. Sí, ya sé que es la excusa de siempre pero es que ahora no se me ocurre otra.


Silvia tiene suerte. Y para no variar, esa noche actúa Manuel Carrasco en las fiestas de Santurtzi. Y gratis. Así que al concierto. A las dos y media de la noche llegamos al (afortunadamente, cercano) hotel.

A las siete y pocos minutos de la mañana, mientras trasnochadores y festeros aún deambulan (algo desorientados) por las calles casi vacías, vamos al lugar de encuentro para embarcar que es bajo una ikurriña, en el puerto deportivo. A las siete y media estamos ya casi todos, incluido el Hegaluze Barria, el bicasco de 15 m de eslora que nos llevará en un viaje de 8-9 horas hasta un punto de enorme riqueza biológica: el cañón submarino de Capbreton, una vez superada la plataforma continental que aquí es muy corta. Esa es la mejor zona para ver grandes cetáceos.


Puerto deportivo de Santurtzi.

A las ocho en punto zarpamos. La previsión anuncia viento de 10 nudos que aumentará de fuerza un poco más durante la mañana para disminuir y rolar a mediodía. Entonces nos vendrá por popa, pero las primeras horas lo vamos a tener de frente. Hará frío y hará que nos movamos, aunque tengamos olas de 0,8 m.
Y así ocurre. Hay que proveerse de algún tipo de forro polar (o sudadera) y cortavientos. A salir del súper puerto de Bilbao empezamos a notar el movimiento que acabará por marear a algunos de los participantes.
Algunas gaviotas patiamarillas (Larus michahellis) vuelan perezosas y sin un aparente destino.
Vamos navegando y un pez luna (Mola mola) se deja ver fugazmente. Luego aparecerá otro más. “Parece una paella” me dice Silvia. La verdad es que sí, es un pez de aspecto sorprendente.
Gorka y Jon Hidalgo van sentados en la cofa del barco para tener mejor visibilidad y poder descubrir a nuestros objetivos.


Jon.

Gorka nos va explicando cosas.

“Cetáceos, a las once” gritan. No es que sea esa la hora a la que aparecerán. Se trata de un método para buscar algo en la mar donde no hay puntos de referencia. Si la proa del barco son las doce, podemos decir que tan cosa está a la hora x y es sencillo saber dónde mirar.
No son cetáceos. Son atunes rojos (Thunnus thynnus) pero muy grandes, tanto como para confundirnos. Saltan unas pocas veces y desaparecen.
Poco después aparece el primer grupo de delfines comunes (Delphinus delphin). Se acercan a nosotros (se pegan al casco) y vemos como las hembras intentan llevarse con ellas a los jóvenes que componen el grupo. Saltan y nadan a nuestro alrededor continuamente. Es una delicia poder ver a estos inteligentes animales. Llega un momento en que ya no sabemos quién mira a quién, si nosotros a ellos o ellos a nosotros.

Delfín común.







Me parece increíble que estos animales, acostumbrados a nadar centenares de kilómetros cada día, de convivir en grupos familiares complejos, de una ostensible inteligencia y avanzadas pautas de conducta, puedan acabar en algo tan cruel como un delfinario o cazados bajo absurdos pretextos.



Los delfines están muy a gusto con nuestra presencia y a nosotros nos pasa lo mismo con ellos pero hay que seguir. El patrón va acelerando y dejamos a nuestros amigos a popa.


Pero pronto nos encontramos con otro grupo de delfines comunes. Previamente observamos otra manada de delfines listados (Stenella coeruloalba) pero esta especie es menos sociable con el hombre y se mantiene a distancia.


Un par de fumareles comunes (Chlidonias niger) vuelan lejanos a popa. Más cercanos tenemos a varios alcatraces comunes (Morus bassanus) que nos dejan ver su enorme envergadura. Con alas también alargadas y agudas, un par de vencejos comunes (Apus apus) pasan en vuelo.


Uno de los alcatraces que se acercó.

Con los prismáticos veo algo entre las olas. Camina sobre las aguas. No es una visión milagrosa (bueno, un poco sí, pero sin sentido religioso) y cuando voy a cantar lo que es para que todos los vean recuerdo lo del bote salvavidas. Voy a gritar “¡Paíño de Wilson a las nueve!” pero ante la posibilidad de quedar abandonado a veintitantas millas de la costa lo que digo es “¡Paí-pajarito a las nueve!”. Gorka me confirma mi impresión. Es un paíño de Wilson (Oceanites oceanicus), un ave similar al paíño común que frecuenta las costas alicantinas para nidificar pero que, en el caso del Wilson lo, hace en la Antártida. Que llegue hasta estas latitudes es un prodigio. Y que sea en estas fechas algo destacable.


El paíño de Wilson "caminando" sobre las aguas.


Una pardela capirotada (Puffinus gravis) nos cruza por la proa a toda velocidad, tanta que apenas puedo hacer alguna foto.

Pardela capirotada.


Poco después vemos otra posada en el agua bastante cerca y cuando vamos hacia ella, alguien grita “¡Delfines!” y la pobre ave se queda allí, flotando como un corcho e ignorada por esa cuarentena de personas que la han despreciado frente al grupo de cetáceos.


Otro grupo de delfines comunes nos visita para nuestro deleite. En total, hemos visto durante la travesía entre 250 y 300 de estos preciosos animales, incluyendo muchas crías.

Nadando junto al casco.


El adulto se interpone entre el joven y el barco.






Realmente son algo mágico. Son unos seres que en un día de su evolución decidieron regresar al mar. Allí estuvo, está y debería estar su mundo.



El conocimiento de los océanos es más que una cuestión de curiosidad. Nuestra propia supervivencia puede depender de ello.
John Fitzgerald Kennedy (presidente de EEUU).


Ahora estamos empezando a buscar seres inteligentes en otros lugares del universo y quizás tengamos esa vida inteligente aquí, en nuestros océanos: los cetáceos. Puede que no sepamos qué debemos buscar y nuestro desconocimiento de muchas facetas de la vida de estos animales y una especie de orgullo de superioridad no nos deje ver esas señales de inteligencia mientras las buscamos entre las estrellas del cielo.


Con su largo pico, un zarapito real (Numenius arquata) también nos pasa cerca, recortado sobre el mar. Es curioso ver a algunas especies de aves en este punto tan alejado de tierra firme.
Vamos volviendo hacia Santurtzi, después de haber estado buscando más cetáceos. Los rorcuales y los zifios no se han dejado ver. Por algo son animales salvajes, para hacer lo que quieren cuando quieren.



Pescando bonitos.

Buque hidrográfico "Malaspina".


A la próxima.
Con mejor mar y mejor temperatura en el trayecto de regreso, entramos al puerto y se da por concluida la actividad.

Junto a mi hija.

Unos pocos nos vamos a tomar algo que de tanto… bueno, esta vez no ha sido solo hablar. La mar nos ha resecado la garganta. Contamos anécdotas de pájaros (qué raro ¿no?) y de otros bichos aéreos, terrestres y marinos. Y, por supuesto, de todo lo vivido en las últimas casi nueve horas.
Hay que empezar a planear volver de nuevo. Nos falta ver más cetáceos. Y dicen que a la tercera va la vencida.

Nos vamos despidiendo. Silvia y yo nos quedamos por la zona hasta el domingo. Ese será el tema de la próxima entrada.

El grupo de paticipantes.



Si no podemos salvar a un animal tan inteligente y tan hermoso como una ballena, ¿cómo podríamos salvar a los peces, a los océanos? La ballena es el ícono del océano, y sin los océanos nosotros no podremos sobrevivir.
Paul Watson (fundador de Sea Shepherd).


5 comentarios:

  1. Enhorabuena por todos los avistamientos. Me alegra que hayáis disfrutado tanto. Y gracias por compartir la experiencia en esta fantástica entrada.

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    1. Muchas gracias, Tere. Compartir estas y tras experiencias es muy gratificante porque sé que estáis ahí, leyéndolas. :)

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  2. Precioso!! :) gracias por compartir esas maravillosas experiencias y por contárnoslas de tal forma que nos haces sentirnos partícipes como si por un momento estuvierámos allí. Una pasada!

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  3. Precioso!! :) gracias por compartir esas maravillosas experiencias y por contárnoslas de tal forma que nos haces sentirnos partícipes como si por un momento estuvierámos allí. Una pasada!

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    1. Gracias a vosotr@s que me leéis (y me aguantáis). Solo espero que os guste lo que va apareciendo en el blog.
      ¡Gracias, Itzy!

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