Debemos a nuestros hijos ser mejores administradores del medio ambiente.
¿La alternativa? ¿Un mundo sin ballenas?
Es demasiado terrible para imaginarlo.
Pierce Brosnan (actor).
No recuerdo dónde leí
que las ballenas son seres excepcionales porque con su aliento forman arcoíris.
Y la verdad es que lo son y no solo porque al incidir los rayos del sol en su
chorro de vapor al respirar crean reflejos de miles de colores. Todo en estos
seres es muy diferente al resto animales. Su lenguaje, conducta social, tamaño,
alimentación, aspecto… no hay nada que deje de llamarnos la atención. Y también
lo hizo de aquellos que las cazaron masivamente hasta ponerlas al mismo borde
de la extinción.
De hecho, el lema
“salvad las ballenas” es un verdadero clásico del movimiento ecologista.
Gracias a la presión social, en 1982 se consiguió una gran moratoria mundial
sobre la caza de ballenas que, a día de hoy, es violada por algunos países (como
Japón, Noruega o Islandia) con diversos y peregrinos argumentos.
Es una
situación curiosa en la que el mar,
del que surgió la vida por primera vez, ahora
se ve amenazado por las actividades de una forma vida. Pero, el mar, aunque transformado de una manera
siniestra, seguirá existiendo: la
amenaza es más bien a la vida
misma.
Rachel Carson (bióloga marina).
Delfín común.
Hago esta breve y
necesariamente incompleta presentación como introducción a esta entrada. He
visto varias veces cetáceos en su medio (hace un par de semanas tres rorcuales
comunes frente a Les Rotes (Dénia) (ver), delfines mulares en las costas
alicantina y gaditana, orcas en el estrecho, etc.) y volver a encontrarme con
ellos es una idea muy atractiva. Así que, acompañado por mi hija Silvia, nos
fuimos la semana pasada a Santurtzi, donde Verballenas.com ofrece un
viaje en barco por el Golfo de Bizkaia para ver cetáceos, aves marinas, peces y
todo bicho que se acerque. El guía es Gorka Ocio, un verdadero sabio con una
amplísima experiencia en el medio marino y además, un amigo, junto a Yolanda Ozaeta (otra amiga) que ponen en marcha toda esta idea de ver cetáceos.
Esta es nuestra segunda
vez (ver) y aunque las ballenas se han debido esconder o se han ido a las
rebajas, hemos disfrutado de otras interesantísimas observaciones que os voy
contando.
Después de llegar a
Bilbao en avión, nos desplazamos a la localidad de Santurtzi que está en plenas
fiestas patronales (Nuestra Señora del Carmen, patrona de los marineros, como
no podía ser de otra manera en esa localidad) y apenas acabamos de dejar las
maletas en un bonito y acogedor hotel, nos vamos a la Casa Torre, donde Gorka
expondrá detalles de la salida del día siguiente.
Gorka.
Durante una hora que se
pasa volando, nos muestra imágenes de las especies de animales (cetáceos, aves,
peces, reptiles, etc.) que podremos encontrar (con un poco de suerte) y algunas
normas y consejos. También, advierte que, para evitar que se nos pase algún
animal, hay que avisar de cualquier cosa que se vea en la mar, bajo pena (en
broma) de “ser abandonado en un bonito bote salvavidas y avisado Salvamento
Marítimo para el rescate”.
Yolanda entrega a todos
los participantes un cuaderno de identificación de especies, mientras Gorka
acaba de aclarar algunas dudas y, al acabar, nos vamos a tomar algo, que tanto
hablar nos ha dejado la boca seca. Sí, ya sé que es la excusa de siempre pero
es que ahora no se me ocurre otra.
Silvia tiene suerte. Y
para no variar, esa noche actúa Manuel Carrasco en las fiestas de Santurtzi. Y
gratis. Así que al concierto. A las dos y media de la noche llegamos al
(afortunadamente, cercano) hotel.
A las siete y pocos
minutos de la mañana, mientras trasnochadores y festeros aún deambulan (algo
desorientados) por las calles casi vacías, vamos al lugar de encuentro para embarcar que es bajo una ikurriña, en
el puerto deportivo. A las siete y media estamos ya casi todos, incluido el Hegaluze Barria, el bicasco de 15 m de
eslora que nos llevará en un viaje de 8-9 horas hasta un punto de enorme riqueza biológica: el cañón submarino de Capbreton, una vez superada la plataforma continental que aquí es muy corta.
Esa es la mejor zona para ver grandes cetáceos.
Puerto deportivo de Santurtzi.
A las ocho en punto
zarpamos. La previsión anuncia viento de 10 nudos que aumentará de fuerza un
poco más durante la mañana para disminuir y rolar a mediodía. Entonces nos
vendrá por popa, pero las primeras horas lo vamos a tener de frente. Hará frío
y hará que nos movamos, aunque tengamos olas de 0,8 m.
Y así ocurre. Hay que
proveerse de algún tipo de forro polar (o sudadera) y cortavientos. A salir del
súper puerto de Bilbao empezamos a notar el movimiento que acabará por marear a
algunos de los participantes.
Algunas gaviotas
patiamarillas (Larus michahellis) vuelan
perezosas y sin un aparente destino.
Vamos navegando y un
pez luna (Mola mola) se deja ver
fugazmente. Luego aparecerá otro más. “Parece una paella” me dice Silvia. La
verdad es que sí, es un pez de aspecto sorprendente.
Gorka y Jon Hidalgo van
sentados en la cofa del barco para tener mejor visibilidad y poder descubrir a
nuestros objetivos.
Jon.
Gorka nos va explicando cosas.
“Cetáceos, a las once”
gritan. No es que sea esa la hora a la que aparecerán. Se trata de un método
para buscar algo en la mar donde no hay puntos de referencia. Si la proa del
barco son las doce, podemos decir que tan cosa está a la hora x y es sencillo saber dónde mirar.
No son cetáceos. Son
atunes rojos (Thunnus thynnus) pero
muy grandes, tanto como para confundirnos. Saltan unas pocas veces y
desaparecen.
Poco después aparece el
primer grupo de delfines comunes (Delphinus
delphin). Se acercan a nosotros (se pegan al casco) y vemos como las
hembras intentan llevarse con ellas a los jóvenes que componen el grupo. Saltan
y nadan a nuestro alrededor continuamente. Es una delicia poder ver a estos
inteligentes animales. Llega un momento en que ya no sabemos quién mira a
quién, si nosotros a ellos o ellos a nosotros.
Delfín común.
Me parece increíble que
estos animales, acostumbrados a nadar centenares de kilómetros cada día, de
convivir en grupos familiares complejos, de una ostensible inteligencia y
avanzadas pautas de conducta, puedan acabar en algo tan cruel como un
delfinario o cazados bajo absurdos pretextos.
Los delfines están muy
a gusto con nuestra presencia y a nosotros nos pasa lo mismo con ellos pero hay
que seguir. El patrón va acelerando y dejamos a nuestros amigos a popa.
Pero pronto nos
encontramos con otro grupo de delfines comunes. Previamente observamos otra
manada de delfines listados (Stenella
coeruloalba) pero esta especie es menos sociable con el hombre y se
mantiene a distancia.
Un par de fumareles
comunes (Chlidonias niger) vuelan lejanos a popa. Más cercanos tenemos a varios alcatraces comunes
(Morus bassanus) que nos dejan ver su
enorme envergadura. Con alas también alargadas y agudas, un par de vencejos
comunes (Apus apus) pasan en vuelo.
Uno de los alcatraces que se acercó.
Con los prismáticos veo
algo entre las olas. Camina sobre las aguas. No es una visión milagrosa (bueno,
un poco sí, pero sin sentido religioso) y cuando voy a cantar lo que es para
que todos los vean recuerdo lo del bote salvavidas. Voy a gritar “¡Paíño de
Wilson a las nueve!” pero ante la posibilidad de quedar abandonado a
veintitantas millas de la costa lo que digo es “¡Paí-pajarito a las nueve!”. Gorka
me confirma mi impresión. Es un paíño de Wilson (Oceanites oceanicus), un ave similar al
paíño común que frecuenta las costas alicantinas para nidificar pero que, en el
caso del Wilson lo, hace en la Antártida. Que llegue hasta estas latitudes es
un prodigio. Y que sea en estas fechas algo destacable.
El paíño de Wilson "caminando" sobre las aguas.
Una pardela capirotada (Puffinus gravis) nos cruza por la proa
a toda velocidad, tanta que apenas puedo hacer alguna foto.
Pardela capirotada.
Poco después vemos otra
posada en el agua bastante cerca y cuando vamos hacia ella, alguien grita
“¡Delfines!” y la pobre ave se queda allí, flotando como un corcho e ignorada
por esa cuarentena de personas que la han despreciado frente al grupo de
cetáceos.
Otro grupo de delfines
comunes nos visita para nuestro deleite. En total, hemos visto durante la
travesía entre 250 y 300 de estos preciosos animales, incluyendo muchas crías.
Nadando junto al casco.
El adulto se interpone entre el joven y el barco.
Realmente son algo
mágico. Son unos seres que en un día de su evolución decidieron regresar al
mar. Allí estuvo, está y debería estar su mundo.
El conocimiento de los océanos es más que una
cuestión de curiosidad. Nuestra
propia supervivencia puede depender de ello.
John Fitzgerald
Kennedy (presidente de EEUU).
Ahora estamos empezando
a buscar seres inteligentes en otros lugares del universo y quizás tengamos esa
vida inteligente aquí, en nuestros océanos: los cetáceos. Puede que no sepamos
qué debemos buscar y nuestro desconocimiento de muchas facetas de la vida de
estos animales y una especie de orgullo de superioridad no nos deje ver esas
señales de inteligencia mientras las buscamos entre las estrellas del cielo.
Con su largo pico, un
zarapito real (Numenius arquata) también
nos pasa cerca, recortado sobre el mar. Es curioso ver a algunas especies de
aves en este punto tan alejado de tierra firme.
Vamos volviendo hacia
Santurtzi, después de haber estado buscando más cetáceos. Los rorcuales y los
zifios no se han dejado ver. Por algo son animales salvajes, para hacer lo que quieren cuando quieren.
Pescando bonitos.
Buque hidrográfico "Malaspina".
A la próxima.
Con mejor mar y mejor
temperatura en el trayecto de regreso, entramos al puerto y se da por concluida la
actividad.
Junto a mi hija.
Unos pocos nos vamos a
tomar algo que de tanto… bueno, esta vez no ha sido solo hablar. La mar nos ha
resecado la garganta. Contamos anécdotas de pájaros (qué raro ¿no?) y de otros
bichos aéreos, terrestres y marinos. Y, por supuesto, de todo lo vivido en las
últimas casi nueve horas.
Hay que empezar a
planear volver de nuevo. Nos falta ver más cetáceos. Y dicen que a la tercera
va la vencida.
Nos vamos despidiendo. Silvia y yo nos quedamos por la zona hasta el domingo. Ese será el tema de la próxima entrada.
El grupo de paticipantes.
Si no podemos salvar a un animal tan
inteligente y tan hermoso como una ballena, ¿cómo podríamos salvar a los peces,
a los océanos? La ballena es el ícono del océano, y sin los océanos nosotros no
podremos sobrevivir.
Paul Watson (fundador de Sea Shepherd).
Enhorabuena por todos los avistamientos. Me alegra que hayáis disfrutado tanto. Y gracias por compartir la experiencia en esta fantástica entrada.
ResponderEliminarMuchas gracias, Tere. Compartir estas y tras experiencias es muy gratificante porque sé que estáis ahí, leyéndolas. :)
EliminarPrecioso!! :) gracias por compartir esas maravillosas experiencias y por contárnoslas de tal forma que nos haces sentirnos partícipes como si por un momento estuvierámos allí. Una pasada!
ResponderEliminarPrecioso!! :) gracias por compartir esas maravillosas experiencias y por contárnoslas de tal forma que nos haces sentirnos partícipes como si por un momento estuvierámos allí. Una pasada!
ResponderEliminarGracias a vosotr@s que me leéis (y me aguantáis). Solo espero que os guste lo que va apareciendo en el blog.
Eliminar¡Gracias, Itzy!