LA GALEA
Al día siguiente de la salida
marina, nos vamos a la orilla opuesta de Santurtzi. Queremos hacer una ruta por la
zona de La Galea, en Getxo. Se trata de un itinerario muy utilizado por el
público que discurre junto a unos elevados acantilados de rocas blancas, con
gran interés geológico y paisajístico.
Los blancos acantilados de La Galea.
Tres tipos de barcos.
Aerogeneradores a la salida del puerto.
El primer elemento que nos
encontramos es el molino de Aixerrota, construido en el siglo XVIII y un poco
más adelante los restos del fuerte de La Galea, del mismo siglo. El viejo faro
se levantó en torno a 1782, encendiéndose fogatas en él para advertir a los
navegantes. El faro nuevo es de mediados del siglo XX.
Molino.
Fuerte de La Galea y faro antiguo.
Faro nuevo.
Entre la vegetación vuelan
aves como el verdecillo, el colirrojo tizón y el gorrión común. Más altos, vencejos comunes y aviones comunes se dedican a la captura de insectos voladores.
Achicoria.
Verdecillo.
Brezo.
Colirrojo tizón.
Gorrión común buscando entre desperdicios.
Surgiendo de los acantilados
aparecen un par de cernícalos vulgares
que vigilan la zona en busca de presas, bien en vuelo o posados en antenas y
tejados. Incluso sobrevuelan largos tramos de mar, compartiendo el aire con gaviotas patiamarillas. Resulta curioso
verlos en ese medio.
Cernícalo vulgar.
También encontramos mariposas
e insectos que aprovechan las flores para alimentarse. La temperatura les hace
estar muy activos y cuesta hacerles alguna foto o, directamente, es imposible
conseguirlo.
Melanargia galathea.
Thalera fimbrialis.
Vamos asomándonos a los
acantilados que caen al mar mostrando cómo los elementos han ido forjando su
aspecto. En este lugar aparece claramente lo que los geólogos llaman flysh. Se trata de un conjunto de rocas
sedimentarias que se componen de capas alternativas de elementos más duros y
otros más blandos. Eso hace que la erosión actúe sobre las rocas más blandas
hasta hacerlas desaparecer y deje las más duras menos afectadas, provocando un
paisaje peculiar.
Helecho.
A hacer fotos.
La playa de Aizkorri y playa
Salvaje aparecen como medias lunas de arena en este paisaje vertical. Acabamos
nuestra ruta regresando a Getxo y, de ahí, a Bilbao.
BILBAO
No estaría bien pasar por aquí
y no probar el marmitako. Vamos para el Casco Antiguo y comprobamos que hemos
hecho muy bien con esa decisión. Después de comer, damos un paseo por esta
ciudad. Inevitable acercarse al Guggenheim, con el florido perro Puppy en su
acceso, objetivo de centenares de miles de fotos. Mientras, en la ría, se
celebra una competición femenina de traineras.
Puppy.
Caras de esfuerzo.
Visitamos La Alhóndiga, una
construcción de 1909 que alberga en su interior a otras construcciones más
modernas. Tampoco el estadio de San Mamés se escapa, aunque solo podemos
acceder a la tienda y a los exteriores.
La Alhóndiga.
También vemos otros puntos que
también habíamos ya visitado con anterioridad y otros nuevos como la estación
del ferrocarril. Esta ciudad tiene muchos rincones para ir viendo.
Catedral de Bilbao.
En el exterior del Museo
Marítimo podemos ver la exposición fotográfica de nuestro amigo Gorka. Allí hay
imágenes de los animales que ha ido encontrando en sus múltiples salidas
marinas. Tortugas, zifios, alcatraces o rorcuales aparecen en fotos de gran
tamaño, mostrando la fauna marina de la zona.
Otros rincones también llaman
nuestra atención pero la hora de la salida del vuelo de regreso se acerca y hay
que ir al aeropuerto. Nos queda la confianza en que pronto volveremos.
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