La creación del parque inundable La Marjal, en la Playa de San Juan, es una historia de éxito, de tal forma que si no existiera casi habría que inventarlo.
Carlos Arcaya y Silvia Cárceles.
Ganadores del III Premio Periodismo Ambiental de la provincia de Alicante 2020.
Paseo en la mañana del sábado
24, que se inicia fresca pero que rápidamente va cogiendo calidez. Antes de
entrar ya veo a la pareja de cernícalos
vulgares sobrevolando el parque y los alrededores. Un enorme bando de palomas torcaces levanta el vuelo ante
la llegada de los primeros visitantes del parque. Entre las que quedan en el
suelo y las que cuento en una foto que les saco en vuelo, hay un mínimo de 158 ejemplares.
En el estanque escucho al martín pescador mientras que en una
orilla mueve graciosamente su larga cola
la lavandera cascadeña. Los patitos
siguen a sus padres cada vez menos, señal de que van independizándose. Sobre la
lámina de agua vuela algo más de una veintena de aviones roqueros y unas cuantas gaviotas patiamarillas, que, sorprendentemente, a veces son
perseguidas por los primeros.
Escandalosos como de costumbre, los estrildas van en grupo. Hoy cuento 14.
La sensación es que hay un
buen número de mosquiteros comunes y
de petirrojos, así como de currucas cabecinegras y capirotadas. Una de estas últimas se pega un buen
atracón de un higo que está abierto
quizás por los gorriones. No para de
comer de él.
El parque sigue siendo un magnífico lugar.
No puedo evitar estar más de
acuerdo con la frase que abre esta entrada, incluida en la web de Radio
Alicante Cadena SER respecto a una entrevista que nos hicieron a Jana y a mí
hace unos meses (ver).
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