"Se buscan hombres para viaje peligroso.
Sueldo bajo. Frío extremo. Largos meses de completa oscuridad. Peligro
constante. No se asegura retorno con vida. Honor y reconocimiento en caso de
éxito."
Desde
sus comienzos, la fotografía ha servido como testigo gráfico de nuestro mundo,
registrando personajes y momentos únicos, convirtiendo la imagen captada en un
instante preservado del olvido.
Grandes
acontecimientos han sido fotografiados y con ello han quedado plasmados
indeleblemente en nuestra historia gracias a la labor (y, muchas veces también,
al sacrificio y al heroísmo) de aquellos fotógrafos que unieron a su
preparación y valía el hecho de estar allí, donde se desarrollaba ese momento
irrepetible, a pesar de lo duro y peligroso que pudiera resultar.
Entre
uno de esos fotógrafos a los que admiro está el australiano James Francis Frank Hurley. Nacido en 1885, realizó
reportajes en expediciones antárticas (visitaría seis veces la Antártida entre
1911 y 1932) y fue reportero gráfico del ejército australiano en las dos
guerras mundiales, siendo conocido principalmente por la excelente labor que hizo como
fotógrafo en la Expedición Imperial Transantártica de Sir Ernest Shackleton, el
cual publicó un anuncio en un periódico londinense con el texto que figura al
principio de este artículo.
Frank Hurley con una
cámara cinematográfica en 1915.
La Expedición Imperial
Transantártica
La
historia de la expedición es uno de los mayores relatos de supervivencia y resolución.
Su objetivo era cruzar la Antártida (casi 3000 km) contando con dos equipos.
Uno iría a bordo del buque Aurora y
otro en el Endurance, bajo el mando
de Shackleton. La expedición comenzó en 1914 y finalizaría, de modo muy
distinto al previsto, en 1917.
En
enero de 1915, tras llegar a las aguas antárticas, el Endurance quedó atrapado por el hielo en el Mar de Weddell y fue
arrastrado hacia el norte. A pesar de sus titánicos esfuerzos, no pudieron
liberar al buque del hielo y el 27 de octubre, Shackleton dio la orden de
abandonar el Endurance.
El hielo se cierra
cada vez más contra el Endurance.
Sir Ernest Shackleton
contempla desolado el paisaje.
El Endurance a punto de hundirse.
Los
27 hombres de la tripulación emprendieron entonces un viaje sobre el hielo
hacia la isla Snow Hill cargados con alimentos, equipo y tres pesados botes
salvavidas. Ante el mal estado del hielo, el 1 de noviembre tuvieron que
desistir y acampar. Tras haber tenido que renovar el emplazamiento del
campamento y con los víveres cada vez más escasos, el 8 de abril se partió el
hielo sobre el que estaban, quedando a la deriva por lo que al día siguiente se
vieron obligados a partir con los tres botes. Las temperaturas (por debajo de
-30ºC), el oleaje que rompía sobre las embarcaciones abiertas y la poca comida
que llevaban minó la resistencia del grupo por lo que se dirigieron hacia Isla
Elefante a la que llegaron el 14, no pudiendo desembarcar hasta un día después.
Ni los perros ni el
resto pueden avanzar por el estado del hielo.
El campamento Océano, montado sobre el hielo ante el hundimiento
del Endurance.
Allí
establecieron un campamento usando dos de los botes y Shackleton decidió destinar
el restante (el James Caird) para
tratar de alcanzar la Isla Georgia del Sur, lo que suponía un viaje de 1.300 km
y pedir allí el rescate de los quedaban en Isla Elefante. Con víveres para
cuatro semanas, los seis tripulantes partieron el 24 de abril de 1916 y
viajaron en un bote abierto de 6,85 metros de eslora, atravesando uno de los
peores mares del mundo. De hecho, Shackleton dijo que en sus 26 años anteriores
de marino nunca había visto olas como aquellas. El 8 de mayo, completamente
extenuados, desembarcaban en Georgia del Sur, quedándoles todavía la hazaña de cruzar a pie la isla por un territorio
congelado e inexplorado hasta alcanzar una estación ballenera, donde pudieron
ser auxiliados.
Tras
cuatro intentos, el 30 de agosto de 1916, los miembros de la expedición que aún
seguían en Isla Elefante fueron rescatados.
Todos
los componentes del grupo sobrevivieron.
Las fotografías y el
fotógrafo
El
hecho de que estos épicos hechos llegaran al público se debe a Frank Hurley. El
fotógrafo de la Transantártica iba equipado
con varias cámaras de cine y fotografía, y sus imágenes han permitido que
podamos ser testigos en primera línea de todo lo que ocurrió en esos meses
sobre el hielo. Pero fue su entrega (la misma que mostró toda la expedición) la
que consiguió fotografías únicas.
Frank Hurley
fotografiando el Endurance aprisionado
por el hielo en 1915.
Worsley,
otro expedicionario, escribía de él: “Hurley
es una maravilla. Con alegres blasfemias australianas vaga sólo por todas
partes, por los lugares más peligrosos y resbaladizos que encuentra, contento y
feliz siempre, pero lanzando tacos si consigue hacer una foto buena o nueva.”
El
17 de agosto de 1915, cuando el Endurance
estaba aprisionado irremisiblemente por el hielo, decidió hacer una foto
nocturna del buque (tened en cuenta que ese mes corresponde al invierno polar
austral, con oscuridad las 24 horas del día), cuando el termómetro marcaba por
debajo de los 30 grados negativos, y para ello colocó una veintena de lámparas
de magnesio alrededor. “Casi cegado por
los destellos, me perdí entre los montículos, golpeándome los tobillos contra
cantos de hielo y hundiendo los pies en charcos helados” anotó en su
diario.
Cuando
el buque se hundía, partido por la presión del hielo, hizo un nuevo intento
para rescatar su material. En especial quería recuperar los negativos: “Se encontraban bajo un metro de hielo más o
menos blando; me desnudé de cintura para arriba, me zambullí debajo del hielo y
los saqué” añadió en su diario.
No
dudó en hacer algunos montajes y “preparar” fotografías para conseguir un mayor
efecto estético y propagandístico. Y no sólo durante las guerras en las que
estuvo como fotógrafo y capitán honorario del Ejército. Ya usó este tipo de
fotos en la expedición (más bien, al finalizar ésta) cuando en una imagen en la
que se recogía la partida del James Caird
hacia la isla de Georgia del Sur para buscar ayuda, eliminó ese bote y colocó
otro del tipo “salvavidas” para simular que era el momento en que los expedicionarios
que quedaron en Isla Elefante iban a ser rescatados y así disponer de una foto “perfecta”
para cerrar las conferencias de la expedición. Desgraciadamente, el original
quedó dañado irremediablemente por lo que sólo disponemos de la “copia”.
Casado
con una cantante de ópera francoespañola pasó mucho tiempo fuera del hogar.
Acabada la segunda guerra mundial, regresó definitivamente a su país, donde no
paró de hacer reportajes. Un día, cuando contaba ya con 86 años volvió a su
casa de forma temprana, cargado con su pesado equipo fotográfico. Al decirle a
su esposa que se encontraba mal, ésta se alarmó. Era la primera vez. Hurley se
puso su bata y se sentó en su sofá favorito. Rechazó bruscamente al médico y,
al mediodía del día siguiente, falleció.
Kodak nº 3 un modelo
de cámara que usó Frank Hurley.
Podemos
disfrutar de las imágenes que Hurley obtuvo de la Transantártica de Shackleton tanto en cine como en fotografía. Es
especialmente recomendable el libro de Caroline Alexander “Atrapados en el hielo” (editado por Planeta Booket) en el que
aparecen muchas de esas fotos y un detallado relato de todo lo acontecido en la
expedición. Es un legado que une el arte con un acto de heroísmo irrepetible,
mediante el trabajo de Frank Hurley con sus cámaras, en uno de los lugares más
desolados y salvajes de la Tierra.
La foto quizás más
conocida del Endurance.
Todas las fotografías
anteriores (transparencias Paget en color) son de Frank Hurley y de libre uso,
propiedad de la State Library of New South Wales, excepto la de la Kodak nº 3,
que es mía, tanto la cámara como la foto.
Más
información:
Además
del libro anteriormente citado, hay mucha información en esta web http://www.kodak.com/US/en/corp/features/endurance/
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